Desde el pasado marzo (y, sobre todo, tras la cumbre del G-20), algunos dirigentes y organizaciones (Barack Obama; el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke; la OCDE) esparcen un mantra: sigue la crisis, pero “lo peor ha pasado” o “se ven luces al final del túnel”. ¿En qué se apoyan para “infundir confianza”?

En algunos casos, en el rebote de la Bolsa de las últimas semanas (por ejemplo, la nuestra, casi ha recuperado lo perdido durante el año). Pero, las más de las veces, se apoyan en ciertos datos (que si Goldman Sachs quiere devolver el dinero prestado por el Gobierno de EEUU tras una mejora de resultados; que si hay síntomas positivos en Francia e Italia; que si el paro, en España, cae menos que meses atrás), interpretables como: “estamos cerca del fondo”.

El problema es que hay más indicadores de que esta crisis no es una recesión cualquiera, sino algo más profundo. ¿Pruebas? España y EEUU entran en marzo en inflación negativa, por primera vez en medio siglo (abriendo las puertas a un escenario de caída general de precios); China, que debía tirar del carro, crece un 6% en el primer trimestre (su peor dato en 20 años); quiebra General Growth, una de las mayores cadenas de centros comerciales de EEUU…

Y es que, los problemas de fondo, siguen ahí: hiperendeudamiento (de bancos, empresas, particulares y Estados) y sobrecapacidad de producción (¿se puede volver a las construcción masiva de pisos y coches, cuando la gente cambiaba de utilitario cada 4 años?). Todo eso no se arregla sólo siete meses después de la quiebra de Lehman Brothers o tras una reunión en Londres.

Así que, si alguien vuelve a hablar de luces al final del túnel, recuerden que el presidente de EEUU Herbert Hoover afirmó lo mismo en 1929… y comenzó la Gran Depresión.