A estas alturas, y visto lo que hay, parece ya evidente que la búsqueda de remedios para los males más agudos -y nunca mejor dicho, quizá- de la sanidad pública en este país pasa, no sólo por la habilitación de mayores recursos, sino también por una mejor administración de los existentes, lo que implica eficacia en la gestión y la optimización en el uso de los medios disponibles. Todo lo que, dicho así, parece de Pero Grullo, pero nadie aún ha logrado aplicarlo con éxito.

Se habla, naturalmente, de una sanidad pública, universal, gratuita y de calidad, que es la que hay ahora mismo en Galicia, y de eliminar, o al menos reducir, algunos de sus defectos; sobre todo, claro, el de las largas listas de espera, que si no es el principal, sí el más visible, el que afecta a más personas, y que por tanto puede calificarse como de mayor impopularidad. O sea, en términos electorales, el más peligroso para un gobierno: por eso quienes lo han sido intentaron sin excepción afrontarlo, con los fallidos resultados que se han visto.

Ahora le toca el turno de intentarlo al señor Núñez Feijóo en un desafío al que hizo referencia en los debates de su investidura. Parte, el nuevo presidente, con la ventaja de conocer el terreno, puesto que trabajó con quien fue conselleiro y ministro don José Manuel Romay. Por tanto sabe de qué pie cojea el sistema público de salud en este país y lo que se necesita para afrontar sus defectos, y, como la voluntad política de hacerlo la explicitó, cabe sólo aguardar -aunque no mucho: cuanto más tiempo pase, peor- para ver cómo se pone a ello.

La verdad es que apenas tiene opciones, sobre todo si mira lo que la crisis le deja disponible en la hucha sanitaria. Por eso habrá de exprimir a fondo las capacidades del Sergas y echar mano de todos sus recursos, que no son pocos, empleando al cien por cien el material y el personal y resistiendo la tentación de acudir a lo privado en base a la leyenda de una más ágil gestión y, por tanto, una reducción de costes.

En ese plano se inscribe la cuestión, abierta, pero no resuelta, por el Bipartito, de usar las instalaciones sanitarias públicas al máximo rendimiento -con turnos de mañana y tarde sobre los que hablan los invitados de FARO-, revisar el sistema de incompatilidades y, en definitiva, rentabilizar mejor un sistema cuyo coste se dispara. Y, si la crisis sigue, tarde o temprano habrá que hablar de copago, pero ésa será otra historia

¿Eh...?