Quedo con un amigo en un bar por si vemos el partido de fútbol entre España y Turquía. Había buen ambiente, una tortilla recién hecha y hasta un aficionado turco (auténtico) que trabaja en un kebab cercano. Además, se da la curiosa circunstancia de que a los habitantes de la ciudad, donde actualmente resido, les llaman turcos en Vigo por alguna razón que desconozco. El aficionado turco (auténtico) nos informa de que su país no sólo no perdió nunca en casa con España, sino que tampoco recibió nunca un gol en contra. En estas, otro parroquiano terció en la conversación recordando la oprobiosa eliminación de 1954 en Roma, cuando las dos selecciones quedaron empatadas al final del partido y el pase a la siguiente fase del Campeonato del Mundo fue decidido por la mano inocente de un bambino italiano que sacó del fondo de una copa la papeleta que no era. Íbamos a remontarnos a Lepanto (“la más alta ocasión que vieron los siglos”, como dijo el manco famoso), cuando este amigo me comenta que en un local próximo daba Beiras una charla abierta al público sobre la situación interna del BNG después de la derrota electoral y de la pérdida del gobierno de la Xunta. Dudamos qué hacer. El partido prometía emoción, la tortilla olía de maravilla y el debate entre turcos auténticos y turcos de ocasión se empezaba a calentar después de que el locutor de televisión informó que la policía otomana ponía dificultades para dejar entrar en el estadio a Manolo el del bombo, una de nuestras glorias nacionales. Nos extrañó bastante. (¿Cómo es posible que no dejen entrar a un profesional del ruido en un sitio ruidoso?). Pero al final, con buen sentido, optamos por Beiras. Este amigo había sido alumno suyo en la Universidad de Santiago y a los dos nos parece un personaje imprescindible para entender la política gallega de los últimos años. Preguntamos en la puerta si hacía falta alguna clase de invitación y como nos dijeron que no, nos dirigimos a la sala de conferencias. Beiras estuvo como siempre. Expresivo, apasionado y simpático, y con esa melena blanca alborotada, que le da aspecto de profeta o de artista. La sorpresa nuestra surgió cuando nos dimos cuenta —a medida que avanzaba en su intervención— de que el acto estaba dirigido especialmente a los militantes y simpatizantes del BNG, y que por tanto algunas de las observaciones hechas eran exclusivamente de andar por casa. Así pues, no reflejaremos nada de lo que allí se dijo por unos y por otros. No obstante, no incurriré en indiscreción si digo que Beiras se reafirmó en que el nacionalismo sin buscar la autodeterminación no es nacionalismo. Que la democracia interna exige la participación directa de la militancia. Y que el BNG no es un partido al uso, ni falta que le hace dado el desprestigio creciente de esas formas oligarquizadas de participación política. Al salir, volvimos al bar, y nos enteramos de que España había ganado por dos goles a uno, aunque empezó marcando Turquía. Al parecer, el turco auténtico se marchó muy triste y los turcos de ocasión lo celebraron. Milagrosamente, habían hecho una segunda tortilla y estaba tan buena como la primera.