Voy a un bar donde desayuno café con churros de vez en cuando y ,como el resto de las mesas están ocupadas, me siento debajo de la televisión, que tienen encendida. Yo nunca veo la televisión excepto en ocasiones excepcionales, por estrictas razones de salud mental, pero esta vez me resulta inevitable oír retazos de la cháchara. Están hablando del aumento del consumo de cocaína durante el periodo navideño, que al parecer alcanza niveles excepcionales, sobre todo en fiestas de empresa y reuniones de gente más o menos famosa. La mayoría de los tertulianos son personajes habituales de estas citas y hay un médico entre ellos en calidad de invitado especial (la presencia de un experto es imprescindible para poner algo de orden en cualquier guirigay). El conductor del programa da como cierto que durante la Navidad el consumo de esa clase de droga aumenta un 80% respecto de los índices normales, pero como no da ningún dato sobre lo que se considera normal nos quedamos con la impresión de que las cajitas con cocaína cuelgan como regalo de casi todos los árboles de navidad. Y puede que hasta los tres Reyes Magos lleven al portal de Belén oro, incienso, mirra y cocaína en polvo como ofrenda al Niño Jesús. Todos sabemos que España es uno de los países del mundo donde más cocaína se consume proporcionalmente, pero ignoraba por completo que la Navidad, en vez de poner paz en los corazones, metiese una quinta marcha en la excitación de los aparentemente más privilegiados. A los tertulianos el fenómeno no parece sorprenderles demasiado y adoptan un tono de falsa condolencia a la hora de exhibir el catálogo de miserias que nos acechan. (Cuantas más mejor ¿sino con que íbamos a llenar los programas?). El médico, en su papel, se limita a describir los destrozos que la droga, normalmente asociada al alcoholismo, produce en el cerebro. A esta hora de la mañana, una buena parte de los parroquianos son trabajadores de una obra próxima y las expresiones de sus caras van desde la indiferencia hasta la ironía. ´¿Si la gente que da las órdenes se droga, que no deberíamos que hacer los que tenemos que obedecerlas ?´, dice uno en voz alta. Estaba pagando para irme cuando en la televisión comenzaron a aparecer escenas terribles sobre las víctimas de los bombardeos israelíes sobre Gaza. Otra locura. Poco después, en la calle, me tropiezo con un conocido que trabaja de médico en un pueblo cercano. Me cuenta que estuvo de guardia durante la Nochebuena. Yo imaginaba que habría sido una noche tranquila y casi sin pacientes, pero me dice que estoy muy equivocado. ´Todo lo contrario- me espeta entre risas- la gente aprovecha estas entrañables citas familiares para discutir por herencias, conflictos del pasado y antagonismos sin resolver. Unos terminan borrachos y otros a palos entre ellos. La Nochebuena es una de las noches más complicadas´. Hoy es fin de año, y pese a los buenos propósitos, nada se resolverá. Es sólo el fin del principio. Un eterno retorno una y otra vez .Ya cansa un poco. En cualquier caso, ¡Felicidades!