En una cena de Navidad a la que asisto, alguien suscita el tema del Niño Jesús mientras hacemos la digestión con ayuda de unos buenos licores. En un primer momento, la propuesta produce desconcierto y una embarazosa incomodidad. El sector oficialmente católico detecta una oculta intención irreverente en la sugerencia Introducir la imagen del Niño Jesús tiritando de frío en su humilde lecho de paja en un salón amplio y confortablemente caldeado de una casa burguesa, suena a provocación. En cambio, el sector minoritario de agnósticos recalcitrantes se muestra encantado . Un debate de esa naturaleza ,en una reunión que iba camino de naufragar en el sopor alcohólico y posprandial , es una oportunidad de entretenimiento inesperado que no se puede rechazar. Yo no estaba por la labor de enzarzarme en una discusión de imprevisibles consecuencias pero no tuve más remedio que intervenir cuando fui requerido a ello con insistencia. Para salir del paso, opté por situarme yo también en el territorio de la infancia que es el truco que permite zafarse mejor en las reuniones entre adultos de diversas edades La evocación de la infancia - o las infancias- produce efectos sedativos y rebaja tensiones Lo que más nos llamaba la atención sobre el Niño Jesús a los niños de mi infancia era la rapidez con que pasaba del momento aparentemente feliz de su nacimiento al momento dramático de su muerte. A finales de Diciembre era un bebé guapo, gordito, de piel sonrosada y sonrisa encantadora. Y a finales de Marzo ,o mediados de Abril, era un guiñapo humano, escupido, vejado, apaleado y arrastrado por las calles, cargando con la cruz donde lo habrían de crucificar. Los niños de mi época teníamos conocimientos muy simples de teología, pero llegamos fácilmente a la conclusión de que aquel pobre niño estaba marcado por un destino trágico y había venido al mundo para ser sacrificado cruelmente. Más o menos como ocurre con los pollos , con los corderos y con todos los animales destinados al consumo humano. Desde mi punto de vista, de niño relativamente feliz, la vida del Niño Jesús, tal y como nos la contaban, fue una vida muy triste y desgraciada. Su madre habia sido embarazada por un ser poderosísimo venido del confín de las galaxias; su padre adoptivo era un carpintero muy bondadoso que le enseñó el oficio y poco más; y la mayor parte de la gente que lo rodeaba, o de su confianza, acabó por traicionarlo y abandonarlo En el momento final de su existencia, hasta su poderoso padre del confín de las galaxias le negó la ayuda que le pedía para aliviar su sufrimiento. En resumen , el Niño Jesús siempre me dio mucha pena y no me explicaba como podíamos reunirnos a comer y a beber alegremente en su honor sabiendo de sobra el triste destino que le aguardaba. Tardé mucho tiempo en descifrar el verdadero sentido de la expresión "la madre del cordero". Esto es, la madre de quien es alimentado y cuidado hasta que es apto para el sacrificio ¡Felíz Navidad!