La Xunta de Galicia rechaza, según se publica profusamente en la prensa, las 105 alegaciones de la familia Franco en contra de que el Pazo de Meirás sea declarado Bien de Interés Cultural. Así pues, tan notable edificación que perteneciera a doña Emilia Pardo Bazán tendrá, al menos, un control público. Y es que, más allá de otras muchas consideraciones acerca de cómo llegó a ser propiedad de Franco el Pazo, se da la circunstancia de que asistimos, sobre todo, a un expolio literario.

Confronte el lector el significado de dos figuras tan dispares: la mejor novelista del siglo XIX en lengua española frente a un general dos generaciones más joven que ella que sometió a este país a una dictadura que duró cuatro décadas un siglo después de aquél en que doña Emilia escribió sus mejores obras.

La autora de Los Pazos de Ulloa, una mujer adelantada a su tiempo, frente a un general a quien el siglo XIX, lo que conocía de él, tenía que resultarle profundamente antipático, sobre todo, por su liberalismo más o menos tamizado, aunque, para él, taimado. La escritora que miraba a Francia y que tan inteligentes análisis llevó a cabo de la literatura que entonces se estaba haciendo en aquel país, frente a aquel general que aisló a España y que veía en el resto del Continente, sobre todo después de la 2ª Guerra Mundial, una geografía donde habitaban los más terribles enemigos de España: masones, liberales, demócratas, marxistas y otras gentes del mal vivir.

¿Tendrían conocimiento el caudillo y su familia de que Unamuno estuvo en aquel Pazo, visitando a doña Emilia, en 1903? ¿Tendrían noticia de que la torre que mira a Sada fue llamada, como una de las novelas de la condesa, La Quimera?

Al término de la guerra civil, parece que la prensa oficial de entonces publicó la siguiente proclama: "Galicia lo dio todo en la Cruzada del 18 de julio. El mártir, José Calvo-Sotelo; el traidor, Manuel Portela Valladares; el asesino, Santiago Casares Quiroga, y el caudillo liberador, Francisco Franco". ¡Qué retórica, Dios mío, qué retórica! Lo que probablemente no podían sospechar los autores de la proclama era que, en efecto, en el orden literario, Galicia sí que lo dio todo en los siglos XIX y XX. En el XIX a Rosalía y a doña Emilia. En el XX, Valle-Inclán publicó la mayor parte de su obra; parte nada desdeñable de ella tuvo como escenario la Galicia decimonónica.

Quiso el azar, decidió la historia, que, para desgracia de todos, se perpetrase en el Pazo de Meirás un expolio literario. Fue ocupado por un dictador que escribió textos tan infames como Raza, que, de seguro, de haberse visto en tal lance, a doña Emilia se le hubiese caído de las manos.

La atmósfera de la obra de doña Emilia frente al tufillo cuartelero del dictador y los suyos. La negación del progreso y de las libertades habitando en la casa de una mujer que se adelantó, no sólo en lo estético, a su tiempo.

Bien de interés cultural. ¿Será posible para el visitante del futuro discernir qué fantasmas recorren el Pazo? Porque lo más paradójico de todo es que el tema de fondo que aquí nos trae muestra que a veces la historia desanda, camina hacia atrás.

Si alguien hubiese osado hablarle a Franco de libertad y de literatura naturalista, acaso, más que desenfundar la pistola, intentaría combatir el aquelarre con "Raza".

A decir verdad, nauseabundo.