A estas alturas, y visto el jaleo que se ha organizado con el dichoso concurso eólico, lo más probable es que la decisión del señor presidente de atender la petición de diversos sectores para que convocase las elecciones cuanto antes resulte oportuna y, además, balsámica. Sobre todo en el sentido de que puede contribuir a sosegar los ánimos económicos, políticos y hasta sociales, alborotados en demasía.

Algunos observadores replicarán quizá que puede ocurrir lo contrario y que, conforme la tradición, la convocatoria no haga sino excitar los ánimos y agudizar las tensiones porque a las rivalidades actuales se unirá la de pedir el voto. Pero, más allá de las anécdotas al uso, esta vez puede ocurrir otra cosa, sobre todo dentro de la Xunta, donde las diferentes sensibilidades se han vuelto intereses enfrentados que sólo podrán saldarse mediante la medición exacta de lo que en términos de votos significa cada cual.

En todo caso, parece evidente que el Bipartito, en lo de las eólicas, tendrá que buscar un modus vivendi mejor que el de hasta ahora, en el que la herramienta más común son las navajas cabriteras. Llama la atención que nadie haya reflexionado sobre el hecho de que el jaleo perjudica a la Xunta como un todo, y que los rumores acerca de intercambios de favores, decisiones arbitrarias y ni se diga otros aún peores, calan sobre todo en épocas en las que, como ésta, hay mucha gente que se pregunta cómo administran los administradores.

Dicho lo anterior quizá valga otra reflexión: si en verdad éste es un Estado de Derecho que funciona, y si resulta cierto que quienes decidan son inteligentes, nada habrá que temer, aunque ahora se desconfíe, del fallo sobre las eólicas. Las leyes, si se cumplen, vacunan contra el fraude, y contra la tentación de hacerlo previene la enorme atención que se dedica al asunto. Aún en el caso de que el señor conselleiro de Industria se lo pensase -algo que quienes le conocen, descartan- habría de ser un insensato si quisiera ir más allá. Y eso tampoco lo es, al decir de propios y extraños.

Expuesto lo cual conviene añadir que lo que también está ocurriendo con todo esto es que se consolida una idea igualmente negativa para la Xunta en su conjunto: que, unos por otros, todos han sido incapaces de resolver el tema como deberían y están protagonizando una chapuza monumental. En la que son responsables, de algún modo, como colectivo aunque no lo sean por igual, y que por tanto a todos perjudica. Pero eso no se arregla con las elecciones, conste.

¿Eh...?