A la hora de analizar, e incluso debatir, el futuro del sector del automóvil, algunos especialistas dudan de que la crisis actual pueda resolverse teniéndola por coyuntural y directamente derivada de la retracción en las ventas. Por el contrario, plantean la posibilidad de que el sector esté ante problemas estructurales y, en consecuencia, que las principales medidas que se le están aplicando, orientadas sobre todo a recuperar la demanda, puedan ser insuficientes o, lo que resultaría peor aún, sólo parciales.

Esa es, también, la duda que plantean, a la hora de discutir sobre el futuro de la automoción en Galicia, los invitados de FARO. Dos de ellos consideran que lo urgente es recuperar la capacidad de compra de los ciudadanos y, por tanto, la de ventas de la empresa ubicada en este país mientras el tercero, sin negarlo, plantea la hipótesis de que el problema vaya más allá y en consecuencia sean necesarios enfoques distintos, aparte de la habilitación de otro tipo de ayudas desde el poder público. Unas ayudas cuya necesidad no se discute pero que sin embargo no generan unanimidad en cuanto a su alcance y sus resultados.

Ocurre que los planes para impulsar la automoción, de forma que primero resista la inercia del frenazo y después habilite capacidad para recuperar el ritmo, dependen en gran medida de la consideración que la crisis misma tenga. Si es un problema de coyuntura, más o menos larga, parece probable que baste con créditos, apoyo a las entidades financieras y planes para frenar el paro e incrementar la formación; pero si es estructural, todo eso será poco más que anestésicos y habrá que ir a redimensionar el sector, estar atentos a las fusiones y concentraciones de empresas y, desde luego, diversificar el sector industrial del país.

Unos cuantos observadores han dicho que uno de los problemas de la automoción aquí es que se ordenó -con el clúster, por ejemplo- para evitar el monocultivo industrial, para no repetir el error de hace unos años en Ferrol, pero que sin embargo la diversidad no se logrado como se pensó. Y que por eso la amenaza de la crisis es mucho peor para la economía del sur de Galicia, y en general del país entero, de lo que en un primer momento se temió. Y, en consecuencia, por eso son más difíciles las soluciones.

Algo de eso hay de cierto, aunque más lo resulta que Vigo no es Ferrol ni la automoción el naval. Pero ahora mismo se constatan problemas y defectos que habrán de tenerse en cuenta en la política a articular -coordinada con el Estado, la UE y con Japón y Norteamérica, que son los gigantes del sector- para salir de la crisis. Y que debe dibujarse ahora, con tiempo: Galicia no esta muy habituada a prevenir, pero alguna vez hay que empezar si de verdad se quieren resolver los problemas.

¿Eh...?