De modo que, dicho con todo respeto para el señor Fernández Antonio -que, sin duda, se lo ha ganado, como persona y como político-, y a la vista de las cifras, quizá sea hora de que don Xosé Ramón matice su mensaje y deje ya de insistir en eso de que Galicia tiene mayor margen de resistencia que otros y su población un plus de aguante. Porque quizá eso sea así en términos macro, pero en la microeconomía, que es la que abruma a la gente, suena raro y poco creíble y por tanto es peor como remedio que la enfermedad de la angustia que pretende aliviar.

Es evidente que doctores tiene la Economía gallega que sabrán responder a las diferentes cuestiones que hay sobre el tapete, y todos ellos son quienes para aconsejar a su señoría mejor que los de fuera, pero sin otra intención que la constructiva, conviene decir que ellos y el titular debieran aceptar que no hay optimismo que valga con el índice de paro que se acaba de conocer, y que tampoco da mucho de sí el crecimiento del PIB en el tercer trimestre. Y si eso es así, y lo es, insistir en pluses y márgenes parece lo dicho y una temeridad política en víspera electoral.

Dicho esto, hay otro problema: si se colocan uno al lado de otro los planes que hasta ahora se han conocido, y los cálculos que esta Xunta y su Gobierno amigo de Madrid han hecho sobre los efectos en Galicia de las inversiones estatales, el número de contradicciones es llamativo. Y, aparte de eso, descorazonador para los ciudadanos que aún creen que quienes dirigen sus destinos buscan sobre todo hacer realidad aquello que el latino tenía por justo y que resumía en el suum cuique tribuere, dar a cada uno lo que le corresponde.

Y es que, siempre desde el respeto a quien piensa de modo distinto, las cifras no casan entre otras razones porque al fijarlas no se tuvieron en cuenta elementos que todo el mundo cree claves en Galicia, como son la dispersión y el envejecimiento de la población. Y que tienen incidencia también en esto, además de en los servicios sociales porque influyen, por ejemplo, en la capacidad municipal para acometer proyectos y dinamizar empleo y, por tanto, en alcanzar los objetivos que el Gobierno fijó. A otras comunidades, sin aquellas características, se le ha dado másmenos el mismo dinero y, por tanto, se las habilita mejor para intentar salir del pozo.

Algunos hablarán de que todo eso es llanto o victimismo, pero ya lo hicieron antes, con el resultado que está a la vista. ¿No será que hay razón bastante en ello? ¿Eh...?