Es difícil saber qué sucedió en Washington. Por los periodistas tenemos la certeza de que hubo cena. Al final del cuento ignoramos si los veintitantos "gés" fueron felices pero cenaron codornices. Todos hemos asistido a cenas así porque siempre hay alguien que en un momento de la vida quiere refundar la pandilla o el capitalismo. Las expectativas justifican estas cenas en sí mismas y, aunque el resultado no entusiasme, se queda en volver a verse. "De hoy en un año". Algunos comentarios a la salida, ya camino del aparcamiento podrían haber sido hechos a la puerta de entrada porque se tiende a ver lo que se desea. Proclamar que Estados Unidos se despide de ser la única potencia económica es como decir que la más guapa de la pandilla está engordando, tiene patas de gallo y no parece feliz con su marido. El que de joven sólo salió algunas veces en la pandilla -porque tenía un "comediscos"- está como España, que considera un triunfo que la invitaran y movió los hilos para asistir. "Me haría mucha ilusión".

Quien, contra todo pronóstico creíble en la adolescencia, triunfó en la vida es lógico que proclame, como hace Brasil, que la geografía política del mundo ha ganado otra dimensión. Ahora ya no tiene una espinilla crónica en la nariz, ha cambiado aquel jersey beige de coletas por un traje elegante, ha ganado seguridad y le sientan bien las primeras canas. Francia e Inglaterra estudiaban bien, jugaban al fútbol, ligaban bastante y quieren mantener el liderazgo y el status para retener lo que tuvieron. Es lógico que hablen de recuperar la confianza en el sistema y de tomar medidas inmediatas. Ya sabes cómo son las conversaciones en estas cenas tumultuosas: cómo estás, dos besos, cada loco con su tema, me ha encantado volver a verte. Queda para enseñar la foto de grupo, en disposición de bolera, La cena, la verdad, bastante floja para lo que costó.