Las miradas están puestas en el próximo jueves, cuando José Luis Rodríguez Zapatero nos anunciará, en una sesión plenaria del Congreso de los Diputados, las nuevas medidas para crear empleo ante una crisis económica que cada día nos asusta con nuevas perspectivas sombrías. Más infraestructuras -es decir, obra pública, generada desde la aceptación de un mayor déficit-, atención a la vivienda, a los entornos urbanos, mejora de la productividad... Tendrá que concretar mucho más ZP de lo que lo hizo en su bastante poco autocrítica intervención ante un menos crítico aún comité federal del PSOE el pasado sábado. Porque, si hay un dato preocupante colateral a la crisis y sus efectos directos, es la desconfianza que se detecta en todos los sondeos acerca de lo que el Gobierno pueda o no hacer.

Da la impresión de que Zapatero no controla del todo la situación que se vive en el equipo económico de su propio Gobierno. O, mejor, en los equipos económicos de su propio Gobierno. Que no es lo mismo la Vicepresidencia de Pedro Solbes que el Ministerio de Industria, ni la oficina de planificación de Moncloa -ahora devaluada, pero que sigue existiendo- que el Ministerio de Trabajo, ni Cristina Garmendia que Miguel Sebastián. Ni los asesores económicos de Zapatero reman todos, parece, en la misma dirección: así son de variopintos y, algunos, de polémicos.

Y así pasan algunas de las cosas que pasan: las oscilaciones no tan inexplicables de la Bolsa que el pasado viernes hicieron (más) millonarios a algunos sin que la CNMV se haya enterado bien de qué iba la cosa (¿o sí?). O las controversias internas que pesan sobre la venta de una parte de Repsol a la rusa Lukoil. Hay gentes en los aledaños monclovitas que piensan que, ante la enorme polémica levantada, la venta no se cerrará, por mucho que ello perjudique al propietario de ese veinte por ciento de la petrolera española en litigio, Luis del Rivero, cercano al círculo de tiza monclovita y presidente de Sacyr Vallehermoso, la constructora que tantos dimes y diretes está suscitando estos días; incluyendo una demanda contra el ex ministro de Aznar, Alvarez Cascos, presunto autor de un SMS comunicando ´urbi et orbi´ el hundimiento de la mentada empresa.

¿Alguien explicará lo que ha ocurrido la semana pasada en los subterráneos del mundillo económico español? Porque, para restablecer el clima de confianza que comience a restaurar la economía, vía consumo e inversión, es fundamental ofrecer la sensación a la ciudadanía de que aquí las cosas son transparentes y limpias, que no hay juegos de ocultación e imagen que pretenden engañar a la opinión pública, ni maniobras de tiburones en las bolsas, ni información privilegiada desde el poder político a ciertos poderes económicos. No podemos volver a aquellos debates enmascarados en torno a las opas sobre Endesa, que dieron al traste, entre otras cosas, con la credibilidad de instituciones controladoras como la Comisión Nacional de Energía, que aún preside la altamente polémica y desde luego poco neutral, Maite Costa.

Es de temer que no basta con los anuncios macroeconómicos que pueda hacer Zapatero desde el atril del Congreso de los Diputados, por muy razonables que tales anuncios puedan ser -caben, en realidad, pocas recetas, y tampoco la oposición puede plantear cosas demasiado nuevas-. No, no basta cuando existen los recelos que arriba apuntaba, ni cuando todos comprenden que las cámaras legislativas acabarán aprobando unos Presupuestos para 2009 cuyas previsiones están, desde ya, completamente superadas. O cuando resulta patente el error de ZP a la hora de meter en el mismo Gobierno a dos personas contrapuestas y casi, casi, dotadas del mismo poder, que evidencian líneas tan divergentes que a veces lo que domina es la sensación de desconcierto.

Pienso que es enorme la responsabilidad de Zapatero ante lo que vaya a anunciarnos, al margen del buen papel que nuestro presidente pueda hacer en los foros internacionales -en realidad, lo que anunciará será lo mismo que recomiende la Unión Europea el miércoles- y por mucho que ahora le elogien los principales periódicos norteamericanos. A mí, hasta que no me despejen todas las dudas que aquí quedan escritas, lo siento, pero Zapatero no va a merecer mi credibilidad incondicional. Y me parece que no voy a ser el único.

La semana política_ que empieza