Una discoteca de Valencia acaba de anular el sorteo de una operación de arreglo y crecida de mamas entre sus clientas, después de que las autoridades competentes de aquel reino se tomasen muy a pecho el asunto. No deja de ser una pena. La derogación de tan benéfica a la vez que quirúrgica rifa obligará a las chicas que quieran sacar pecho en el sentido más literal de la palabra a pagarse la operación de su propio bolsillo. Y 4.500 euros siguen siendo un pequeño capital que acaso no esté al alcance de la mayoría de las discotequeras.

Dado que la generalidad del público suele ser joven e incluso adolescente en ese tipo de locales, sorprende un tanto que el premio de una operación de aumento de busto pueda suscitar algún interés entre la clientela. Se supone que a tan tiernas edades la ley de la gravedad no ha comenzado a ejercer aún sus deplorables efectos sobre la adecuada sustentación de las ubres de las muchachas. Pero ya se ve que no.

Esto ha de ser culpa de la tele, como casi todo. Si los canales ávidos de captar público y publicidad no programasen series de título tan sugerente como, un suponer, "Sin tetas no hay paraíso", puede que el deseo de emular a Pamela Anderson prendiese con menos fuerza entre las jóvenes e incluso las maduras españolas.

Bien cierto es que el gusto por las delanteras poderosas viene de antiguo. Ya el refranero popular -reaccionario, pero a menudo verídico- sugiere desde hace siglos que "tiran más dos tetas que dos carretas", aludiendo sin duda a la extraordinaria capacidad de arrastre amoroso que poseen unas generosas glándulas mamarias.

No todos los pueblos del planeta comparten esa opinión, desde luego. Los argentinos, por ejemplo, consideran que la parte más golosa de la anatomía femenina es la de las nalgas. Tanto es así que en las encuestas sobre preferencias eróticas de la ciudadanía (masculina, por supuesto), la pregunta suele formularse en términos tales que: "¿Cuál es la segunda parte del cuerpo de la mujer que más le gusta?". Dan por sentado, naturalmente, que el culo es la primera.

Como quiera que sea, el sorteo de grandes pechos organizado por la discoteca valenciana "Pachá" no deja de resultar un síntoma de lo mucho que cambiaron las costumbres de los españoles durante los últimos años.

Hasta anteayer, como quien dice, la cirugía estética era aquí una rareza propia de los americanos: pueblo al parecer inmaduro cuya afición a las tetas enormes obedecería a cierta nostalgia de la lactancia materna. Algo de eso habrá, si se tiene en cuenta el éxito pectoral de Pamela Anderson o el que en su tiempo disfrutó Jayne Mansfield, actriz de gran poderío mamario que presumía de ser la única mujer en el mundo capaz de ducharse sin que se le mojasen los pies. La barrera de sus descomunales mamas bastaba para impedir que el agua llegase hasta ellos.

Mucho nos reíamos entonces de estas excentricidades típicas de Yanquilandia; pero ya se sabe que no conviene escupir al cielo. Todavía no hemos alcanzado el nivel de Norteamérica, pero lo cierto es que en apenas un suspiro la España que reía con los rancios chistes de Paco Martínez Soria ha pasado a ser el primer país europeo y el cuarto del mundo en la clasificación general de operaciones de cirugía estética.

Desde la más encumbrada princesa que entra en el quirófano por narices hasta la más modesta chica de barrio que ahorra para conseguir que el cirujano le proporcione lo que la Naturaleza no le ha dado, son cientos de miles las españolas (y españoles) que cada año acuden a los auxilios del bisturí para quitarse o ponerse mondongos en el cuerpo.

No ha de extrañar, por tanto, que un sagaz emprendedor como el de la mentada discoteca de Valencia use como reclamo una rifa de aumento de pechos para incrementar la clientela. Lástima que tropezase con gobernantes tan despechados como los de su reino.

anxel@arrakis.es