El día 19 de noviembre de 1933, hoy hace 75 años, España vivió un acontecimiento inédito: se celebraron las primeras elecciones generales en las que las mujeres pudieron ejercer el voto. Unos días antes las mujeres vascas lo habían hecho en el referéndum del Estatuto de Autonomía. Aquellos comicios de noviembre han pasado a la historia como los que permitieron a las derechas acceder al poder en la II República, y sólo en la en la segunda línea se recuerda la revolución que supuso el voto femenino. Es más, aún hoy muchos establecen una relación causa efecto entre ambas circunstancias y siguen considerando a aquellas mujeres pioneras "culpables" de que la derecha conquistase el Gobierno, olvidando el pequeño detalle de que tres años después, también con el voto de las mujeres, ganó de manera aplastante el Frente Popular. Se reproducen así los mismos argumentos que insignes diputados verbalizaron en el debate de las Cortes Constituyentes de la República según los cuales la mujer, mermada en sus facultades por la histeria, por la menstruación o por su incultura, era un ciudadano incapaz de ejercer un derecho político tan importante y sólo lo haría de manera vicaria, votando lo que le señalase el marido o el confesor.

Sobre las conquistas de las mujeres con frecuencia se proyecta una mirada desviada. Sobre aquel histórico 19 de noviembre la mirada es además miope. Porque aquel día votaron por primera vez las mujeres, es verdad, pero sobre todo la jornada merece un lugar de honor en nuestra historia porque por primera vez España fue una democracia plena. Hasta entonces llamábamos sufragio universal a aquel que permitía votar a la mitad del universo, y llamábamos democracia a un sistema que expulsaba de las decisiones políticas a la mitad de la ciudadanía. Y lo peor, eso parecía normal, conforme con un orden natural del que emanaban derechos y deberes asimétricos en función del sexo.

Además, merece ser recordado que el ejercicio del sufragio fue la culminación de una serie de reformas realizadas en un tiempo récord que consagraron la igualdad plena entre hombres y mujeres en aquella España de 1933. La Constitución de 1931 fue la piedra angular del cambio, pero sucesivas reformas de los Códigos Civil y Penal eliminaron además, entre otros, preceptos como el de la obediencia al marido y delitos como el del adulterio que estigmatizaban a las mujeres, y consagraban la igualdad absoluta en el ámbito familiar. Podría decirse que todo lo que hubo que reconquistar en la España de 1978, tras cuarenta años de dictadura, ya se había conseguido aquel 19 de noviembre de 1933. Y legítimamente podríamos preguntarnos dónde estaríamos hoy en materia de igualdad real entre hombres y mujeres si ese oscuro y prolongado paréntesis no se hubiera producido. Por eso hoy es de justicia recordar aquella fecha en la que las mujeres españolas salieron por primera vez de los rincones de la historia, aunque poco después alguien se empeñara en recluirlas de nuevo en aquel ámbito, para desgracia de todos.