Lo cierto es que los norteamericanos no dejan de sorprendernos. Me cuesta trabajo encontrar otro país que posea tal capacidad de recuperación. Hasta el cuatro de Noviembre, Estados Unidos parecía representar la suma de todos los males que azotan a la Humanidad: afán guerrerista, cabeza visible de la crisis económica mundial, un desafío para el cumplimiento íntegro de los derechos Humanos y cuanto usted, querido lector quiera añadir a este listado de agravios.

Amanecido el día posterior a la convocatoria electoral, Estados Unidos ha pasado a recuperar la posición ejemplarizante con que, al menos desde los años finales de la Segunda guerra mundial el resto del mundo lo reconociera.

A ningún observador escapa que para disfrutar de esta insólita capacidad de regeneración los Estados Unidos han sabido ejercer otra inusitada virtud: la autocrítica.

La Sociedad norteamericana aparentemente tan poco politizada si se le compara con las naciones europeas, posee, sin embargo, una poderosa disposición para la rebeldía cívica y la impugnación de sus gobernantes, cuando siente que éstos ejercen el poder ajeno a los intereses de la nación. Bastaría recordar la firme decisión con que la sociedad norteamericana se enfrentó a la Guerra de Vietman, la expulsión de Richard Nixon o la lucha por el reconocimiento de los derechos civiles de los negros.

Y todo ello, para mayor sorpresa, sin que la línea de continuidad presidencial se haya quebrado ni una sóla vez desde que George Washington fuera proclamado su primer presidente. Ni siquiera en el curso de la Guerra Civil del siglo XIX.

Después de 232 años de fundada la nación, Estados Unidos puede mostrar un ininterrumpido orden constitucional democrático, algo que de lo que muy pocas naciones de la Europa continental pueden blasonar.

Sólo una sociedad sólidamente estructurada apasionadamente identificada con su destino como nación, fiel al legado de sus padres Fundadores puede amanecer, gozosamente ilusionada, para saludar a su nuevo Presidente Barack Obama, un miembro de una comunidad racial que medio siglo atrás todavía luchaban por sus derechos civiles. Y al frente de la manifestación su oponente John McCain.

En cuanto a usos democráticos evidentemente, los Estados Unidos todavía son ejemplarizantes.