Que Zapatero va diciendo por ahí que piensa que él tiene connotaciones indudables con Obama es algo que te cuentan sin demasiadas dificultades quienes dicen tener trato frecuente con él en La Moncloa. Puede que sea cierto: Obama es un personaje que arriesga y que mucho fía en la improvisación, en la buena suerte, en los arranques geniales, y algo de eso le ocurre a Zapatero. Ambos son Leo de libro --¿de verdad no cree usted en los horóscopos?--, nacidos un 4 de agosto, con un año de diferencia. Los dos son atractivos, sus vidas privadas se asemejan bastante, tanto al uno como al otro se les ama o se les odia: no dejan a casi nadie indiferente. Puede que, si llegan a conocerse -que se conocerán si el candidato demócrata gana las elecciones--, lleguen a tener tan buena sintonía como Bush la tuvo con Aznar, que es un personaje que, sin embargo, tan pocas similitudes personales mantiene con el hombre que aún ocupa la Casa Blanca.

Otra cosa es que la ´baraka´ de ZP comenzó a manifestarse antes que la de Obama y que, presumiblemente, la diosa Fortuna deje de derramar sus dones antes sobre la cabeza del español que sobre la del candidato negro norteamericano, alguien que -aunque en menor medida, también fue el caso de Zapatero- va por la vida rompiendo muchos moldes. Quizá demasiados. Pero eso, la certeza de que alguien que manda va demasiado aprisa por la vida, de que ya ni los suyos son capaces de seguirle, solamente se constata cuando esa persona ha llegado al poder y lo ocupa.

Puede que a Obama, si gana, empiece a ocurrirle dentro de cuatro años. Zapatero lleva ya cuatro años largos dirigiendo la orquesta, de manera que el desgaste se va haciendo evidente. Tan evidente que algunas encuestas empiezan a decir ya que en España ganarían los ´republicanos´ -es decir, y perdón por la licencia, el PP- si las elecciones se celebrasen ahora.

Lo cual es mucho decir, porque los ´republicanos´ españoles -ya sé, ya sé que los ´populares´ evitan decantarse por McCain, y que más de un dirigente del PP se muestra declaradamente favorable a Obama- andan como desconcertados, con multiplicidad de mensajes y con una cierta crisis de liderazgo: crecientemente se nota que muchos de los que rodean a Mariano Rajoy parecen tener más hambre de balón que el propio presidente del partido.

Pero la percepción de que Rajoy, contra lo que le aconsejaban algunos ´hooligans´, ha adoptado una vía mesurada y centrada para hacer oposición, la constatación de que los dirigentes que él ha entronizado nada tienen que ver con la ´derechona´ clásica, son sensaciones que están resultando rentables para el gallego. Y que éste sube en el aprecio del electorado, sobre todo por el desencanto que empieza a germinar en torno al presidente socialista, que tantas esperanzas suscitó y que tanto capital ha derrochado.

Son ya mayoría los españoles que piensan en ciertas encuestas que el PP tiene posibilidades, pese a sus carencias y a sus malas expectativas en comunidades como Cataluña, de llegar a La Moncloa. Y que Rajoy/McCain (aunque el español no es precisamente un héroe de guerra; claro que tampoco Dolores Cospedal es Sarah Palin, por fortuna para la primera) puede ser quien, pese a todos los complots palaciegos en Génova y aledaños, llegue a la Casa Gris, ese palacio de estucos, conocido como el de La Moncloa.

Falta que Rajoy dé algunos puñetazos sobre la mesa, que imponga una única línea de declaraciones ante la crisis económica, ante pasajes no tan anecdóticos como lo ocurrido con la Reina, ante la deriva del navarro Sanz, ante el despilfarro en según qué comunidades autónomas (no todas gobernadas por socialistas, por cierto).

Claro que en España queda mucha campaña electoral por delante y que los encontronazos entre nuestro ´Obama blanco´ y nuestro ´McCain liberal´ van a ser frecuentes y variados. Puede que Zapatero cometa el error, si gana Obama, de atribuirse esa victoria; es muy español eso de sentir que somos capaces de influir en las decisiones de los norteamericanos o en la conducta del Kremlin. Pero no todos los que en España quisieran que ganase Obama -una mayoría abrumadora- votaría en estos momentos al PSOE; ya lo dicen las encuestas.