La desconfianza en los mercados financieros ha disparado la venta de cajas fuertes en Estados Unidos. De lo virtual al acero. La caja fuerte le da seguridad al dinero, pero le quita la capacidad de reproducción: es un cinturón de castidad. Dentro de ella, los billetes conservan su valor facial, pero la inflación agosta el de cambio. Sacar el dinero del mercado para meterlo en la caja fuerte es un cambio de comportamiento radical. Antes tenía que estar en continuo movimiento para correr más que su depreciación. El dinero parado en la cuenta corriente perdía valor y eso contradecía su vocación vocativa por la que dinero llama a dinero, lo trata de tú y se lo lleva consigo. Ahora, el dinero cuesta dinero: hay que comprarle una caja fuerte para meterlo dentro a que no haga nada. Con todo el sistema financiero bajo sospecha, el dinero cumple, a la sombra de la caja fuerte, prisión preventiva para que no se escape y se vaya con malas compañías.

Ya pasó en la Gran Depresión, que fue mala para muchos, pero no para los fabricantes de cajas fuertes. Todo vuelve y todo está relacionado, por eso es buen momento para leer el primer tomo de la "Biblioteca Carl Barks". Barks (Oregon, 1901-2000) fue el mejor dibujante de patos y con sus magníficas historietas hizo más rico a Walt Disney y más famoso a Donald. Él desarrolló el mundo del pato cabreado añadiéndole, entre otros, a los tres sobrinos -Jorgito, Juanito y Jaimito- y al tío Gilito, que tenía su inmensa fortuna guardada en un edificio caja fuerte. Sin problemas de liquidez, Gilito se zambullía en su piscina de dólares con la continua preocupación de que no se la vaciaran los Golfos Apandadores. Gilito era un producto de la mentalidad de la Gran Depresión y durante años representó la parte acumulativa del capitalismo. El patoplutócrata tacaño, siempre dispuesto a conseguir más y a empezar de nuevo, parece estar siendo releído ahora y sus enseñanzas son más divertidas que las de los gurús de la autoayuda financiera. El ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, reconoció hace días en el Congreso de EE UU que estaba equivocado al evitar la regulación del sistema financiero. Los Golfos Apandadores estaban dentro.