Pilar Urbano, que es periodista muy aguerrida, aunque al parecer inexacta, debió creer que la Reina merecía un libro suyo como homenaje al cumplir la soberana hoy 70 años. Pero uno creía que Pilar Urbano era persona de confianza de doña Sofía para que ésta aceptara que ese libro, La Reina muy de cerca, y tan de cerca, consistiera en una entrevista. Y en el hecho de que la entrevista fuera una confesión no creo que tuviera nada que ver la condición de miembro supernumerario del Opus Dei que ostenta la entrevistadora. Pero es lógico que un miembro de la Obra, encontrándose ante su Reina, muy de cerca, no deje de comentar los asuntos de actualidad que más inquietan a su alma. Ni que una reina, y cualquiera que lo sea lo es por la gracia de Dios, aunque la Constitución española valide la divina gracia de nuestros reyes, sea ajena a lo que preocupe más a la Iglesia. Por eso no me extrañó que a Doña Sofía no le guste el aborto en absoluto ni la eutanasia: la monarquía y el altar han tenido y tienen un vínculo indisoluble. Me extrañó más que defendiera la enseñanza de la religión en la escuela con el argumento de que los niños deben conocer el origen de la vida, como si el origen de la vida se explicara más y mejor en los libros de religión que en los de ciencia. Pero tal vez esa fuera una de las inexactitudes de las que acusa la Casa Real a Urbano. Por lo demás, que la mujer de don Juan Carlos diga que la unión entre dos personas del mismo sexo no puede ser llamada matrimonio, opinión real altamente inexacta, no me parece nada raro por las mismas razones que he enumerado antes. Lo que me parece raro es que admita al menos que los gays pueden casarse, si esa no es otra de las inexactitudes. Pero yo no he leído el libro, y sólo hablo por las citas textuales de los periódicos que puede que sean inexactas, con lo que me he quedado por ahora con ganas de saber, por ejemplo, qué opina la Reina del divorcio, y no por el matrimonio de su hijo ante el altar con una divorciada, muy venturoso por cierto, sino por si a su parecer se debe llamar así al "cese temporal" de cualquier convivencia matrimonial, y no divorcio, o hay en eso alguna inexactitud.

Y APARTE. Líbreme Dios de no reconocer a un ser humano, por muy coronado que esté, su derecho a la libre expresión de sus ideas. Lo que sucede es que a cualquier ciudadano le asiste también el derecho a discutírselas, y ese es un problema no para el ciudadano sino para la reina. Una reina que baja al terreno de la discusión abandona su peana, y la distancia es indispensable para el real carisma, de modo que la reina corre ciertos peligros al alcanzar la altura del plebeyo. Doña Sofía tiene una merecida fama de buena profesional de la corona por discreta, que implica entre otras cosas ser reservada y prudente, pero uno no sabe si con declaraciones como estas, con sus inexactitudes, ha hecho un paréntesis en su discreción o ha cambiado de conducta. Dice la autora del libro inexacto que a la Reina no le gusta tampoco la fiesta del orgullo gay, pero lo seguro es que a partir de ahora a muchos gays les guste menos la Reina o de un modo menos exacto. En todo caso, no podrá quejarse doña Sofía si ve su caricatura exhibida con cachondeo en algunas de las cabalgatas de la fiesta del orgullo gay. Son pequeñas consecuencias que sufren los reyes cuando ellos mismos abren la veda. Doña Sofía sabe de eso por experiencia familiar; los españoles también por experiencia histórica.

Diario de un mirón