Si unos hechos apuntan un relato apreciado se impondrá el tópico como sea. Radovan Karadzic era buscado desde hace 12 años por crímenes de guerra y no lo encontraban porque estaba escondido bajo un disfraz de curandero barbudo y buen vecino, según las crónicas. Ojalá Karadzic hubiera sido cualquier otro inquilino menos bueno, simpático e interesante, lamentó un convecino actual. Cuando lees a qué se dedicaba el saludador y sonriente presunto asesino masivo nada acaba de coincidir. Vendía tónicos con la promesa de que quien los tomara rejuvenecería, sería más guapo, más sabido, mejor persona y mejor amante. No es lo mismo que ordenar ejecuciones masivas pero no está bien ganarse la vida engañando a personas ignorantes y necesitadas con pócimas. Como no creo que los tratamientos de Karadzic conviertan a un presunto criminal de guerra en un supuesto buen vecino lo más seguro es que haya pasado de presunto asesino a seguro estafador usando una capacidad que ya tenía cuando gobernaba la República de los Serbios de Bosnia: la del tipo carismático y engañoso, nada de fiar, de quien muchos se fían. Su afán de protagonismo seguía intacto: su nueva personalidad creció por encima del perfil bajo conveniente cuando la comunidad internacional te busca.

Por supuesto que no es lo mismo planificar y ejecutar un genocidio, ni siquiera presuntamente, que vender un collar que aparta la energía negativa (asegurado) y hacerlo dentro de una empresa de ventas de estructura piramidal (que se basa en ir engañando gente para que engañe gente hasta que una masa de compra-vendedores se quede sin negocio y sin dinero) pero ¿de verdad es eso a lo que se dedica un buen vecino?