Una de las pocas coincidencias en los análisis que se hacen de esta crisis -porque ya nadie, salvo los indocumentados. niega ese concepto- es que a diferencia de las anteriores, ahora se ha restringido el acceso a los créditos de bancos y cajas. Y como ese acceso era muchas veces recurso, y de cuando en cuando el último, para la supervivencia de economías domésticas o empresariales, su eliminación o reducción al mínimo explica dificultades complementarias, e incluso angustias, que hacen de esta situación una de las más complejas de la historia, Solbes dixit.

Y lo peor es que si bien casi todo el mundo coincide en el diagnóstico, casi nadie se pone de acuerdo en culpables pueden ser los remedios. Es cierto que el sistema financiero hace lo que hace malgré lui -también padece la escasez, y por primera vez en tiempo experimenta falta de liquidez- pero tiene a su favor no sólo la solidez estructural, sino la conciencia gubernamental de que el en el orden de prioridades su salud es lo primero, pero aún así no es suficiente. Entre otras razones porque ningún negocio -ni siquiera el bancario- resiste las agonías, y menos aún la muerte, de sus clientes.

Queda dicho que no hay recetas unánimemente aceptadas para afrontar la situación. Es más, desde el Gobierno, o su entorno del PSOE, se han dado varias y contradictorias: mientras el ministro Sebastián defendía la compra de suelo a las inmobiliarias, el presidente Touriño la rechazaba y el señor Rodríguez Zapatero callaba. Y si en economía dudar no es bueno, confundir es aún peor, sobre todo cuando los ojos de un país entero están puestos en quienes deben, por obligación política y social, aportar salidas o al menos marcar la dirección para encontrarlas.

Los sectores inmobiliarios, que están entre los más afectados, han solicitado una intervención de la Xunta cerca de bancos y cajas para aliviar la situación, y el jefe del ejecutivo gallego les recibirá para analizar la hipótesis. No parece factible -o al menos no como la plantean los empresarios- pero quizá, según dice el refrán, de la discusión -que la habrá, con toda seguridad- pueda salir la luz, o al menos, una cierta luminosidad que sirva de referencia para fijar el rumbo. Tal como están las cosas, no pocos lo tendrían por bastante.

En este punto cabe otra reflexión: la gravedad del momento no debe precipitar a la búsqueda de recetas populistas o antiguas. En los últimos días se han oído, en relación con el congreso que está celebrando el PSdeG/PSOE, opiniones diferentes acerca de un mayor control de las cajas e incluso la conveniencia de resucitar esquemas unificadores que parecían aparcados para mucho tiempo. Quienes ahora mismo están en eso debieran recordar que las finanzas no se rigen por la metafísica electoral, y han de tocarse con cuidado. Sobre todo cuando, como parece el caso, hay menos ciencia que nervios a la hora de meterse en ellas.

¿Eh...?