Lo peor que le puede pasar a una democracia es que los ciudadanos piensen que los políticos van a lo suyo en vez de preocuparse de los problemas del país, y la resistencia del presidente Rodríguez Zapatero a aceptar la existencia de la crisis ha terminado por asentar la idea de que, no es que el Gobierno no sepa que hay crisis sino que electoralmente no le interesa aceptar que la hay. Antes de las elecciones, para ganarlas, después, para intentar ganar las siguientes. Lo que los ciudadanos esperamos de los gobiernos democráticos es claridad y transparencia; que nos traten como a personas mayores de edad capaces de afrontar la verdad en vez de engañarnos con caramelos como a los niños pequeños.

Ofrecer soluciones factibles a los problemas reales de los ciudadanos de carne y hueso obliga a veces al Gobierno a adoptar medidas impopulares, pero el actual presidente del Gobierno parece preferir su mundo de fantasías multicolores a la cruda realidad. Y la cruda realidad es que tenemos, no una crisis sino al menos cuatro, montadas una encima de otra como si fuera una lasaña; la crisis financiera, la crisis de la construcción, la crisis de la subida del precio del petróleo, y la crisis de la subida del precio de los alimentos. De una en una ya serían difíciles de capear, pero todas juntas son, como se está diciendo, la tormenta perfecta. La receta anticrisis del PP es conocida: bajar los impuestos, recortar el gasto público, y flexibilizar el mercado laboral. La del Gobierno todavía no, y ese es el problema. Zapatero no deja de repetir que su prioridad es mantener el gasto social y no tocar los derechos de los trabajadores, pero como quien repite una jaculatoria: sin decir cómo piensa hacerlo, de dónde piensa sacar el dinero.

No sobra ninguna mano para gestionar una situación tan compleja como esta, y desde este punto de vista yo creo que hay que felicitarse de que, en vísperas de la reunión que van a mantener esta semana, Rajoy haya reiterado su apoyo a Zapatero para luchar contra la crisis. La colaboración hombro con hombro de los dos grandes partidos del país podría ayudar a devolver algo de confianza en el futuro a los atemorizados ciudadanos. Zapatero debería ser el primer interesado en cerrar esta peligrosa vía de agua. Pero, como el propio líder del PP ha advertido, la responsabilidad de gobernar es del presidente, a él y a nadie más es a quien se le puede exigir, y solo será posible ayudarle si se deja de fantasías... Si se deja ayudar.