Así pues, dicho sin aviesa intención pero con propósito de poner algunas cosas en su sitio, habrá que reconocer que, si no un gafe, algo que se le parece bastante anda suelto por aquí de un tiempo a esta parte. Al menos en lo que a la economía se refiere, que tras predicar durante meses que Galicia tenía un plus notable -y muy consolidado- de resistencia, en estos últimos tiempos le están cayendo palos uno detrás de otro sin dar respiro y, encima, batiendo marcas negativas, que ya es el colmo.

Los especialistas en estas cuestiones, quizá para evitar que un relatorio amplio de males los convierta en cenizos, optaron por acuñar lo de que "para muestra basta un botón" o, como mucho, dos. Y en este lado del Padornelo, descontado lo de "Fadesa" -la mayor suspensión de pagos de la historia acontece en una empresa gallega: vade retro-, en un par de días se supo primero que "Fenosa" podía acabar en París -o en Lisboa- en lugar de en Madrid y que el señor Solbes no mima lo gallego. Pardiez.

Cierto que -sobre todo para los partidarios de Murphy y sus leyes- el panorama podría ser aún peor, pero no se trata de pintarlo en negro, sino de buscar el modo de que no acabe incrementando el pesimismo general. Y aunque ninguno tiene buen remedio, hay problemas que podrían resolverse algo mejor de lo que ahora mismo parece; el principal, lo de la financiación autonómica, porque está en manos del PSOE y, dicen, el del PSOE es un gobierno amigo, y quien tiene un amigo tiene un tesoro.

Los observadores más escépticos creen que, aún así, nada hay claro a estas alturas. Primero porque el señor vicepresidente -Solbes, claro- tiene más amigos, e incluso conocidos, que complacer y, segundo, porque para determinar las prioridades cuentan el peso y la influencia políticas, y en eso Santiago anda peor que otros, por mucho que se predique lo contrario. Cierto que hay unas elecciones en puertas, y ésa es una ventaja objetiva, pero aún así nunca se sabe, sobre todo si se miran bien los precedentes.

Lo otro, lo de la venta de Fenosa y la invitación -hay quien dice arenga- que desde Industria ha hecho su conselleiro para que se forme un Grupo Eléctrico gallego y así optar a la devolución de la empresa a sus orígenes, el horizonte es peor. Y lo es porque si es cierto que ningún capital tiene bandera, el gallego resulta paradigma y más: aquí, aparte de apátrida, es miope e incapaz de entender que la globalización castiga antes lo pequeño que lo grande.

Aún así, los optimistas confían en que haya márgenes de arreglo. Pues habrá que verlo, pero cuanto antes mejor, porque el tiempo no sobra, precisamente.

¿Eh...?