Una buena parte de los periódicos han coincidido en destacar en sus primeras páginas, o en páginas interiores, la misma fotografía, realizada por Suárez Illana, en la que se muestra al Rey don Juan Carlos paseando con Adolfo Suárez en los jardines de la casa del ex presidente del gobierno. Como se indica en alguno de los correspondientes pies de fotos, "fue una foto para la historia", y también una foto con muchísima historia... Luego, nos relatan el testimonio del propio hijo de Suárez: "Mi padre no reconoció al Rey, pero notó su cariño. Han vivido muchas cosas juntos y han llegado al final de un camino", añadió Adolfito.

¿Se hubiera producido una escena como ésta en condiciones normales, es decir si Suárez mantuviera plena conciencia y estuviera en activo? Con bastante probabilidad, no. Las circunstancias en las que se prolonga la vida de don Adolfo han movido al Jefe del Estado a otorgarle primero, y entregarle luego, el Toison de Oro, la máxima condecoración o distinción del Estado español. Adolfo Suárez goza -es un decir- de una extraña fortuna: acumula el cariño y el afecto de los españoles en su conjunto, precisamente ahora que no puede apreciarlo, y después de haberse visto "muy querido, pero poco votado", como él mismo se quejaba cuando se presentaba con su sigla "final", el CDS, tras haberse roto y extinguido la UCD que él creó. Pero, a estas alturas, tan sólo han quedado ya dos ideas centrales de la vida de Suárez: que lideró la transición, que hizo posible el tránsito de la dictadura de Franco a las primeras elecciones, a la legalización del PCE, a la normalización de los partidos, pero que no supo impedir el último intento de trastocar el juego democrático, el golpe del 23-F. Lamentablemente, en ese golpe frustrado de Tejero, Miláns y Armada concluyó su vida política más feliz y más infortunada al mismo tiempo. En aquel episodio del Congreso, Adolfo Suárez tuvo una actuación de una extraordinaria valentía, enfrentándose -como nos temimos todos los allí presentes- a quien pudo haberse descerrajado de un tiro en el hemiciclo. ¿Cómo se había llegado a aquel punto, a aquel instante en el que se votaba a su sucesor Calvo Sotelo, ya fallecido? Los historiadores de la época ya han explicado de manera unánime y minuciosa que en sus últimos tiempos de jefe del gobierno, Suárez había dejado de disfrutar de la confianza del Rey. O acaso sucedió lo contrario: que Suárez dejó de tener confianza en su Rey...

Tal vez, ha apuntado alguno de estos historiadores, porque Suárez conocía algunas de las conversaciones que don Juan Carlos había mantenido con el general Armada, de quien desconfiaba plenamente. De aquellas desconfianzas que le llevaron a dimitir de su cargo, sin que el Rey moviera un dedo para evitarlo, hasta el abrazo de ayer, con Suárez "tan sólo de cuerpo presente"...