Así pues, cumplidos los peores pronósticos y con el binomio Martinsa/Fadesa metido -como mal menor-en la Ley Concursal, no estará de más rescatar un par de recuerdos. El primero sobre la inquietud, por no decir sospecha, que hace dos años poco más o menos expresaba el señor presidente de la Xunta al ver que una empresa de cien empleados absorbía a otra de mil. El segundo, acerca del anuncio de don Emilio de articular un seguimiento que, obviamente, no hubo o, si sí, se demuestra ahora mismo de una ineficacia pavorosa.

Los recuerdos, conste, no se avivan con ánimo malévolo y mucho menos acusador, sino sobre todo para emplearlos en la medida de lo posible como antecedentes útiles y, así prevenir lo que se pueda. Que quizá no sea demasiado: ni aún contando con un control de primera hubiera podido la Xunta entrar con eficacia en la previsión de este estallido, porque carece de competencias adecuadas y las que tiene llegan hasta donde llegan, que geográficamente son Pedrafita y el Padornelo y jurídicamente ni eso, por más que se empeñen algunos soñadores.

Claro que, ya puestos, podría echarse mano, para corregir en el futuro una situación semejante, de otro recuerdo. Cuando la operación entre los señores Jove y Martín parecía destinada a atar los perros con longaniza, hubo aquí una carrera por aparentar influencia, y la cúspide del gobierno y la jefatura de la oposición rivalizaron en garantizar que el asunto estaba en orden, el vendedor -un lince: se deshizo del paquete justo antes de que estallara la burbuja- iba a invertir buena parte de los beneficios en el país y el comprador se comprometía a no llevarse la empresa. Hosanna.

A estas horas seguramente más de uno -en las fontanerías de los partidos- daría cualquier cosa por borrar las memorias y los archivos para evitar en lo posible una cierta sensación de ridículo. Pero no hay modo ni sería el mejor procedimiento, porque, ya se sabe, aquellos que olvidan su propia historia están condenados a repetirla; procede por tanto estar más despiertos, habilitar buenos sistemas de control, emplear a fondo la propia capacidad y, sobre todo, articular una política seria en la que la especulación no resulte al cabo la que proporcione el impulso principal.

En esa línea va el señor presidente Touriño y esa dirección defendió hace unas horas, en Vigo y en Ribadavia, el Portavoz Nacional del BNG cuando recordó, con acierto, la política de promoción de viviendas de protección como el mejor modo de emplear el ladrillo. Y es que hay talento, en el gobierno gallego, para afrontar con éxito el desafío, pero hace falta algo más de talante.

¿No...?