Supimos por la prensa que, el viernes pasado se reunieron en Vigo el conocido empresario italiano Flavio Briatore, un colega suyo llamado Alejandro Agag, que es yerno de José Maria Aznar, y el promotor inmobiliario y todavía defensa suplente del Real Madrid, Michel Salgado. La reunión tenia, entre otros, el objetivo de negociar el fichaje del futbolista por un club inglés de la primera división, el Queen´s Park Rangers, que los dos primeramente citados se han comprado como entretenimiento de fin de semana. Hasta hace unos años estaba de moda entre los magnates comprar caballos de carreras para simbolizar el éxito económico, pero ahora lo que se lleva es comprar equipos de fútbol enteros. A ser posible con un patrimonio inmobiliario importante como garantía de la inversión. (Ni el Celta ni el Deportivo reúnen esas características y por tanto están a cubierto de operaciones como la de Villalonga en Valencia). Según trascendió, el señor Salgado duda si aceptar la propuesta porque tiene otra oferta no menos interesante de un jeque de Dubai para jugar allí los últimos años de su carrera deportiva. ¡ Bendito dilema! La prensa nos ofreció todo tipo de detalles sobre la estancia de los empresarios en Vigo. Desde las características técnicas y precio del avión privado en el que viajaron (20 metros de largo, 850 kilómetros por hora de velocidad máxima, 26 millones de dólares a pagar al fabricante etc), hasta el detalle exhaustivo del menú que se zamparon para celebrar el encuentro. La relación, proporcionada por el dueño del establecimiento, es de dimensiones pantagruélicas. Abrieron boca con una selección de empanadas de zamburiñas, bacalao con pasas, xoubas, y berberechos. Y siguieron dándole trabajo a la mandíbula con varias fuentes de percebes, cigalas, nécoras, centollas, camarones y resto de variedades del marisco que se puede capturar en la costa gallega, al margen de vedas y de gaitas. Todo ello regado con un selecto albariño, y sellado en el estómago, para concluir, con unos cafés y unos chupitos. Las crónicas dicen que los tres empresarios tuvieron un trato amable con el servicio y resto de comensales, y se fueron muy satisfechos después de dejarse fotografiar. Los millonarios de antes eran, en general, gente discreta que aborrecía la publicidad y el trato cercano con la plebe, pero los de ahora necesitan el contacto directo con "el público que los quiere y los adora", como las tonadilleras y los toreros. Ese mismo viernes viajaba yo a Vigo con unos amigos para ver a un querido colega, Antonio García Fajardo (transportista de dolientes, cantor de fados, y erudito en Hernán Cortes), que estaba hospitalizado tras sufrir el feroz ataque de una jauría de bacterias asilvestradas. Después de constatar que el enfermo evolucionaba favorablemente, nos fuimos a celebrarlo a la tasca de Eligio junto con otros senadores allí presentes. Y un poco más tarde almorzamos en un restaurante céntrico que ofrece unas estupendas vistas a la ría. Pero, de este paso nuestro por la ciudad, ningún medio de comunicación se hizo eco. Y eso que salimos de allí tan satisfechos, por lo menos, como el trío de famosos empresarios. La felicidad, si no estoy equivocado, tiene mucho que ver con el anonimato.