Para los que, con razón, se estremecen ante las desgarradoras fotos que nos ofrecen los recientes rescates de los desesperados inmigrantes que se lanzan al Estrecho a la búsqueda de una existencia menos cruel de la que padecen en sus países, les valdría repasar las páginas de internacionales para encontrar una respuesta a tanto horror.

Los 15 fallecidos, entre ellos nueve niños, que se dirigían a Almería, no son el resultado de una fatalidad indeterminada o de una rara vocación suicida de los africanos.

Tampoco lo serán las próximas víctimas que en un inmediato futuro se apresten a recorrer la ruta marroquí de las pateras.

Repito. Repase usted, espantado lector, las páginas internacionales de días pasados y busque los resultados de la cumbre del Grupo de los Ocho, el célebre G8. Pero no se distraiga en la banal polémica sobre el menú de diecinueve platos que fue ofrecido a los mandatarios asistentes en la ciudad japonesa de Toyako. Eso es un síntoma, pero no es la noticia que debe buscar.

Si insiste en la información, encontrará una de las razones que pone en movimiento esa lenta, constante, pertinaz ola migratoria que se lo juega todo, quiero decir, la vida, por alcanzar la costa de la esperanza.

En resumen, se nos ha informado que el grupo de los Ocho, las Naciones más industrializadas del mundo, las más poderosas del Norte, se han desentendido del compromiso de dirigir cincuenta mil millones de dólares a los países africanos, los más miserables del Sur, para el 2010. Hasta la fecha la cifra ronda únicamente los tres mil millones.

Con este dato resulta fácil comprender el estado de desesperación de los habitantes de un Continente, en general, condenado a la hambruna permanente, a la enfermedad endémica y al fraticidio indiscriminado. Mientras, el mapa político, ante la indiferencia internacional, se puebla de "jefecillos" corruptos capaces de comerciar con la ayuda destinada a los pueblos.

El dato es importante, porque la única solución viable para salvar África reside en la ayuda al desarrollo y a la democratización en cada Nación. La penuria de los africanos sólo puede ser resuelta en África. Por más generosas y aperturistas que quieran ser las Naciones del Norte no pueden solucionar más que el destino de una minoría que llegue a sus fronteras.

Es en África, viabilizando el desarrollo y la Democracia, donde el Norte tiene su mayor compromiso, y el G8 se ha desembarazado del mismo.