Me dan con el periódico un libro para estimular la inteligencia. Se trata de un volumen muy básico, con progresiones geométricas sencillas para las que, sin embargo, siempre encuentro una solución alternativa que puedo explicar (en ocasiones de un modo algo novelesco), pero que no puntúan. Este tipo de pruebas resultan muy desalentadoras para los que no tenemos inteligencia, o ese tipo de inteligencia al menos. Por otra parte, jamás he encontrado placer en la resolución de crucigramas, a los que mi abuelo era muy aficionado. Le dabas un crucigrama y una máquina de liar cigarrillos y era feliz. Un día intenté que leyera a San Agustín y me devolvió el libro con cajas destempladas. Como digo, hay muchos tipos de inteligencia y cada uno debe desarrollar aquella para la que es más apto.

Me pregunto qué tipo de talento se requiere para encajar, pensar y obtener alguna conclusión acerca del naufragio de pateras. La noticia de los subsaharianos fallecidos al intentar atravesar el estrecho viene en el periódico el mismo día que regalan el libro para estimular la inteligencia. Leo que entre los pasajeros de la patera viajaban varias mujeres con bebés que iban muriendo al paso de las horas por el calor, por el frío, por el hambre y por la falta de agua. El motor de la patera estaba estropeado y las olas eran de cuatro metros. Los pasajeros pedieron en control y la orientación, de modo que iban de acá para allá sometidos al capricho del mar. De vez en cuando, uno de los supervivientes, se levantaba, arrancaba uno de los bebés fallecidos de los brazos de su madre y lo arrojaba al mar.

Ejercicios para desarrollar la inteligencia. Si A es igual a B y B es igual a C y C igual a D menos dos, qué relación habrá entre A y D. La gallina. ¿Qué tipo de inteligencia debemos desarrollar para digerir el horror? ¿Qué tipo de talento es preciso para conciliar estos dramas diarios (y que van a ir a más) con la Ley del Retorno? ¿No podrían darnos con el periódico un manual de instrucciones para la supervivencia moral en épocas de espanto? Comprendo la entrega de mi abuelo, que le tocó vivir unos años horribles, a los crucigramas.