El censo de población de las grandes ciudades gallegas refleja un persistente estancamiento que les impide alcanzar las cifras de crecimiento que persiguen todos sus alcaldes. Vigo lleva casi dos décadas intentando en vano superar los 300.000 habitantes, que le dan opción a tener más financiación y a mejoras políticas, como disponer de una corporación de 29 concejales, en lugar de los 27 actuales. Cada nueva estadística supone una frustración al comprobar que los datos oficiales nunca alcanzan el ansiado guarismo.

El frenazo demográfico de la primera ciudad de Galicia demuestra que no estaban justificados los temores expresados por los opositores al Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) de Vigo acerca de que se produciría un crecimiento desmesurado porque el documento permite una construcción que dobla el número de viviendas. Ni en los mejores tiempos del despegue inmobiliario sería verosímil esa hipótesis, y no digamos en los actuales de recesión del sector.

Pero no sólo se estanca Vigo, sino las cuatro capitales de provincia gallegas. Con los datos del Instituto Galego de Estadística, se comprueba que, salvo Lugo, que gana 55 habitantes, Vigo, A Coruña, Ourense y Pontevedra han perdido población en 2006, por sus flujos migratorios, al margen del desarrollo vegetativo de nacimientos y defunciones. Es evidente que incide en la movilidad de la población la existencia de un plan de ordenación, pero existen otros factores que influyen en las migraciones. En 2006, las cinco ciudades gallegas perdieron 25.000 habitantes y sólo recibieron 21.000. Sin embargo, las áreas metropolitanas de Vigo y A Coruña han crecido, al recibir población, especialmente de sus ciudades y de otros municipios de Galicia, ya que 63.489 gallegos han cambiado de residencia en ese año.

Si no pierden más población las grandes ciudades se debe, más que a la inmigración interior, a la externa, tanto de otras autonomías como procedente del extranjero. La inmigración registró un saldo positivo en Galicia de 22.948 personas.

Una de las explicaciones que se ofrecen para justificar que Vigo no alcance los 300.000 habitantes es el falseamiento de los datos. Es decir, no se consiguen oficialmente, pero existe una población de hecho que los supera. Está contrastado que muchas personas no se censan en Vigo porque las tasas son más elevadas que en los municipios limítrofes: catastro, basura, agua, matriculaciones de vehículos, parking... Aunque tengan en Vigo su primera residencia se censan en concellos limítrofes, donde poseen la segunda vivienda o en casas de sus familiares.

El principal factor de movilidad de la población hacia los municipios satélites de las ciudades es la edad. La horquilla que registra más cambios de residencia es la comprendida entre los 25 y 34 años. En 2006, del concello de Vigo salieron 2.400 jóvenes y de A Coruña 2.798, lo que equivale a casi dos tercios de la población de ambas ciudades que mudó de residencia. La explicación es sencilla: las viviendas de los concellos del hábitat son más asequibles, las tasas municipales son inferiores, las comunicaciones con la ciudad han mejorado y la deseable calidad de vida es mejor en las villas y parroquias.

La estructura socioeconómica de Galicia ha permitido que en la actual crisis no se produzcan grandes fluctuaciones, como ocurre en otras autonomías donde el "boom" de la construcción generó empleo masivo y rápido, que ahora empiezan a perder. En Galicia no hay una industria potente, un turismo boyante ni una agricultura que atraiga a masas de temporeros, a diferencia de otras autonomías que han generado fuertes movimientos migratorios. De ahí el bajo índice de extranjeros que han fijado su residencia entre nosotros, y causa del estancamiento de las ciudades. Pero se compensa con el saldo demográfico positivo de los concellos que forman las metrópolis Vigo-Pontevedra y A Coruña-Ferrol, que incluye el nuevo modelo territorial de la Xunta.

Contemplado en conjunto, el estancamiento de las grandes poblaciones no es una situación lamentable, mientras crezcan sus zonas periurbanas, que garantizan el vigor poblacional, que permite el desarrollo económico y la cohesión social.

El problema sería que no creciesen las áreas metropolitanas porque se produciría un descenso de la población gallega, que es una de las más envejecidas de España, con la consiguiente pérdida de la fuerza económica y social necesaria para el desarrollo. Las ciudades son las receptoras naturales de población, porque en ellas se dan las mejores condiciones de habitabilidad y la posibilidad de mejorar. Una situación alarmante sería que se despoblara el rural, como ocurre en las zonas de interior, y no se trasvasara a las urbes.

El objetivo es que se produzca un incremento demográfico equilibrado. Para ello será preciso que se creen las condiciones que fijen a la población en los núcleos rurales para que no se despueblen y que las ciudades y sus áreas metropolitanas resulten atractivas para recibir emigración, ya que el crecimiento vegetativo no es suficiente para que Galicia avance.