Desde que los duques de Lugo anunciaran hace un año, el "cese temporal de la convivencia", hay un interés desmedido por apartar a Jaime de Marichalar de la vida privada y pública de la Infanta Elena. Su nombre, el de Jaime, ya no le sabe a yerba como dice la letra de la canción de Serrat, no. Su nombre cada vez que alguien osa pronunciarlo en el entorno de la familia real, produce sarpullido. Señal inequívoca de que la separación está siendo mucho más complicada de lo que en algún momento se pudo pensar. Complicada porque como bien dice una abogada amiga, las parejas cuando se separan luchan por la custodia de los hijos, pero acaban matándose por el equipo de música.

No sé si este es el caso, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que viendo a la Infanta, tengo la sensación que se ha quitado un gran peso de encima, que no quiere mirar atrás, porque por fin, ha encontrado su sitio, después de años de silencio, quizá de infelicidad. Y con esto no estoy diciendo que haya encontrado un nuevo amor, simplemente que ha encontrado la estabilidad emocional que toda mujer necesita para ser feliz.

A ella como a muchas otras, se le acabó el amor, y cuando eso ocurre lo mejor es cortar por lo sano. Algo que no ha podido hacer porque tiene dos hijos, dos niños que adoran a su padre, con el que se divierten y con el que desean pasar vacaciones y fines de semana. Un padre que tiene sus derechos como tal y a los que no quiere renunciar por más que sepa que en muchos aspectos tiene las de perder.

Y a las pruebas me remito: hace unos días los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, recibieron en el Palacio de la Zarzuela, en audiencia oficial, a los miembros del Comité Español de los Colegios del Mundo Unidos, que preside el Infante don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, primo del Rey. Audiencia a la que acudió Don Jaime Marichalar en calidad no de yerno, sino de presidente de la Fundación Winterthur.

Cuentan quiénes estuvieron allí que la actitud del duque de Lugo, fue de total discreción, que en ningún momento intentó traspasar la barrera de la oficialidad. Era uno más entre las 50 personas que se encontraban de visita en Zarzuela. Pues bien, cuál no sería la sorpresa de todos ellos, cuando en la foto del acto que transmitió la agencia EFE, a Jaime le habían borrado de un plumazo.

Con actitudes como estas flaco favor le hacen a la imagen de la familia real, porque lo quieran o no, el actual duque de Lugo, estará emparentado de por vida con su ex esposa, no por vía sanguínea sino porque tienen dos hijos. Dos niños a los que no se debe humillar, humillando a su padre.