Haciendo una reflexión sobre el especulativo aumento del precio del petróleo, el presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, dijo que las actuales turbulencias financieras son responsabilidad de un "capitalismo sin ética"; es decir, sin moral y sin consideración alguna para con los derechos del hombre. Parece un pensamiento ingenuo en un gobernante con experiencia, porque habría que preguntarse si el capitalismo tuvo alguna vez unas características distintas de esas. La excesiva acumulación de dinero y de poder en pocas manos suele casar mal con la ética. Allá por el año 1516 (albores del capitalismo), Tomás Moro le hace decir a uno de los personajes de su Utopía: "Allí donde todos miden según el dinero todas las cosas es casi imposible que la justicia y la prosperidad reinen en la cosa pública". Claro es que Moro expresa esa opinión desde una perspectiva de la moral católica dominante en su época, y antes de que el rey Eduardo VIII, del que fue canciller y hombre de confianza, lo condenase a muerte por su oposición, entre otras cosas, a constituir la Iglesia anglicana como entidad separada de Roma. Con la consolidación de la reforma protestante aparece, en los países de su influjo, una cierta justificación ética del capitalismo en cuanto instrumento del poder de la burguesía y vehículo de la expansión del comercio y de la riqueza. No es cosa de hacer, en tan poco espacio, una historia sobre los excesos del capitalismo y de sus distintas etapas hasta la fase superior del imperialismo. Ni tampoco del fracaso, momentáneo, de las revoluciones sociales que intentaron cortarle el paso. Todo eso es materia sobradamente conocida. Pero, volviendo al inicio de este breve comentario, no deja de llamar la atención que el presidente Zapatero pretenda contraponer la existencia de un capitalismo sin ética y sin moral a otro que supuestamente practica esas virtudes, respeta las leyes y ayuda a cruzar la calle a los ancianos. Es posible que el capitalismo benefactor que echa en falta el dirigente español tenga algo que ver con aquel pacto social que puso en marcha en Franklin D. Roosevelt en los Estados Unidos tras la crisis económica de 1929. Una iniciativa que reordenó el caos bancario puso coto a la especulación financiera y reconoció derechos fundamentales a la clase trabajadora. Por supuesto que, no se trataba de acabar con el capitalismo sino de consolidarlo, porque como dijo, muy ufano, el propio Roosevelt: "Mi administración ha salvado el sistema del beneficio privado y de la libre empresa". Hay analistas independientes que vaticinan que la actual crisis económica puede resultar de efectos más graves y duraderos que aquella famosa del siglo pasado. Quién lo sabe. Lo cierto es que la desregulación de los mercados de capitales, fundamentalmente en Estados Unidos, la circulación masiva de créditos sin respaldo de reservas, la bajada del precio del dinero para fomentar el consumo, y la especulación sobre el precio del petróleo han creado una turbulencia financiera de difícil control. Esa apelación de Zapatero al retorno del capitalismo con ética suena como una llamada a la calma en medio de una estampida.