Apagadas las luces que iluminaron la gran fiesta del fútbol y regadas las calles que vieron cómo se desbordaba la alegría de miles de españoles felices por la victoria conseguida por la Selección en Viena, con el cambio de mes, amanece la cruda realidad de la crisis económica llamando a la puerta.

Cuando la inflación supera el 5%; el euribor sube al 5,36% (récord histórico); miles de ciudadanos están atrapados por hipotecas que no pueden pagar; el sector de la construcción está poco menos que en paro técnico y, en un semestre, más de trescientos mil trabajadores han perdido su empleo, ya puede decir Rodríguez Zapatero lo quiera -ZP opina que "la crisis es opinable"-, porque, a la vista está que las cosas van mal.

Y no sólo las relacionadas con la economía. Terminado el curso hemos conocido el balance del año en términos de fracaso escolar. Mucho plan informático sin otra exigencia que saber acceder a Internet -olvidando que el acceso a la Red, por sí mismo, no garantiza el conocimiento- y mucho consejero autonómico dándose coba con los nuevos planes escolares para, al final, tener que reconocer que estamos a décadas de poder alcanzar a Finlandia, el pequeño país pionero en Educación y Tecnología.

De estas cosas habla poco la ministra Cabrera. Tampoco su colega, la señora Goicoechea, quien parece estar más preocupada por el futuro de los alimentos transgénicos que por el presente de la Universidad española. El verano -un general que todo lo aplaza- llega en auxilio del Gobierno. Pero, la vida enseña que aparcar los problemas, no equivale a solucionarlos. Por eso creo que vencido agosto, a la vuelta de las vacaciones, vamos a tener un septiembre negro.