Pues la verdad es que, dicho sin el menor ánimo de incordiar, podría ser interesante solicitar -respetuosamente, eso sí: ya se sabe cuánto ha cambiado alguna izquierda y lo que le gusta el ceremonial- de la Xunta las razones por las que, en materia de población, este país sigue igual o peor que antes. O al menos eso dicen los Institutos -ambos, el galego y el nacional- de Estadística: la edad media sube a todo galope y puede que la perspectiva de hace poco, una Galicia más envejecida que ningún otro país de la "UE de quince", llegue antes de lo que se pensaba.

A estas alturas, una parte de los analistas de la nómina oficial -los de la otra preparan motivos diferentes- han dicho ya que esto de la polític a de población, como los nacimientos, lleva su tiempo, y no se le puede pedir a un gobierno que haga en pocos años lo que otros no hicieron en muchos. Y eso sonaría convincente, y hasta cierto, si ahora hubiese al menos indicios de mejora con respecto a lo anterior, pero como no es así resulta lícito sospechar que se trata sólo de excusas y, por si fuera poco, francamente mal expuestas. Se ve que el talento no abunda en palacio.

Claro que semejante escasez de argumentos podría ser sólo una apariencia, un falso eco, y los datos estadísticos apenas una especie de espejismo. O sea, un problema de percepción parecido al de quienes en estos días han manifestado su asombro al ver que el PSOE, sin ir más lejos, haya incluido en su balance de logros de estos tres años asuntos que como el Plan de Estradas o la Ordenación del Territorio no pasan a día de hoy de dibujos sobre un papel. Ni el Plan de Estradas ni el de Ordenación del Territorio. Nadie los ha visto de otro modo, pero quizá sea también problema de óptica.

Desde lo poco que queda de la crítica polìticamente incorrecta se ha dicho que de eso nada, que no es defecto del que mira sino del que expone, y que sólo demuestra que el PSOE imita a la perfección la desfachatez que tanto criticaba en sus predecesores. Pero, en todo caso, ojalá que no fuese así y que, efectivamente, hubiese ya en desarrollo políticas de población o de ordenación, porque eso querría decir que se habría compensado parte del tiempo perdido y de ese modo posibilitado soluciones mejores, en vez de dedicar toda una legislatura al dibujo antes citado.

Y conste una cosa más todavía: el asunto de la poblaciçon, de su envejecimiento, es el meollo auténtico de buena parte de los problemas presentes y futuros de este país, el que provoca enormes desigualdades con respecto a otros y que, de no resolverse a plazo, provocará una auténtica escabechina en las posibilidades de progreso para el porvenir de los gallegos; y si no, al tiempo. Por desgracia. ¿Eh?