Jorge Luis Borges sostenía que todas las historias escritas emanan de tres fuentes comunes: la del hombre que se sacrifica por salvar a sus semejantes, la de los amigos que se dan cita para vengar una afrenta y la del hombre que lucha contra los elementos para volver al hogar. De esta manera, el genial escritor reducía toda la producción literaria universal a tres obras: el Nuevo Testamento, La Iliada y La Odisea. Esta fue la particular manera que tuvo Borges de curarse (y curarnos) en salud sobre el genio y la creatividad.

Mi experiencia profesional da fe de que el proceso creativo sigue, la mayor parte de las veces, caminos realmente inescrutables. Si a esta realidad, le sumo la circunstancia de que no soy Borges, ni siquiera un aledaño, mis reflexiones necesariamente se convierten en un ejercicio más doméstico.

Tan doméstico como el fútbol que estos días invade amistosamente nuestras casas. Ese deporte que trasciende los límites físicos impuestos por un terreno de juego y se eleva al cielo de las emociones y de las pasiones. Ese deporte que a nivel de selección nacional, después de décadas de sequía, se apresta a concedernos una alegría objetiva en el día de hoy.

Y cuando hablo de alegría trasciendo al resultado que se consiga contra el pragmatismo germánico. Se gane o se pierda, la selección española de fútbol ha demostrado que podemos.

El escritor ateniense Meandro afirmaba que quien tiene la voluntad tiene la fuerza. Por eso, al margen de lo que suceda hoy en el marcador, hemos demostrado que podemos. Y como, insisto, yo no soy Borges, me complace enormemente contemplar como la selección nacional de fútbol disputa la final de Viena utilizando la misma proclama que hace algo más de un año acuñamos en Vigo para la campaña electoral del actual alcalde de nuestra ciudad, Abel Caballero.

Recuerdo, en el ámbito del proceloso mar creativo, donde cada opinión es un mundo y cada propuesta una declaración de guerra, que en aquel entonces nuestro Podemos suscitó algún que otro resquemor. Aguantamos el tirón y se acuñó el lema.

Podemos. Podemos ganar a Alemania, o no. Pero hemos dado sobradas muestras de nuestra voluntad, de nuestra fuerza. Y de eso se trata. Un lema sólo refleja una voluntad. El que empleamos hace un año hacía referencia a la posibilidad de construir un nuevo Vigo, un Vigo mejor basado en la ilusión y en la capacidad para superarnos.

Ha transcurrido un año y, como en los prolegómenos de la final de hoy, ratifico: da igual lo que refleje el marcador. En Vigo hemos encontrado un estilo de juego y, fieles a él, encaramos el futuro.

* Director General de Ecovigo