Ayer el lehendakari Ibarretxe enfatizó, solemnizó, guardó en su corazón, como dijo, su propuesta de consulta. Por un voto, un único voto proveniente de quienes nunca han condenado ni condenan la violencia, el Parlamento vasco aprobó llamar a la ciudadanía vasca para que el próximo día 25 de octubre se pronuncien a través de una consulta popular que dicen no es de secesión y si de impulso para el acuerdo político.

Está escrito que el Gobierno central va a recurrir. La actuación llevará un tiempo y por urgencia que se quiera imprimir este no estará presentado hasta la próxima semana. El debate jurídico para los juristas porque lo aprobado ayer en el Parlamento vasco trasciende a lo meramente jurídico. La apuesta solemnizada ayer por Ibarretxe supone un antes y un después al menos a efectos políticos y sociales. Es un pulso en toda regla pese a la certeza expuesta por el Gobierno de que la tal consulta no se va a celebrar.

Y a eso apunta la reflexión jurídica, pero lo visualizado ayer en el Parlamento vasco tiene recorrido político. Y es que una vez más, el nacionalismo, en todas sus versiones, ha sabido reagruparse y a la hora de la verdad prestarse el auxilio necesario. Sin esta complicidad de fondo, en la que ETA ha dado el visto bueno al voto del PCTV, la propuesta de Ibarretxe hubiera fracasado. Lo ocurrido, por previsto que estuviera, es un paso en un camino de difícil retorno.

En el País Vasco siempre ha sido así. Siempre los nacionalistas han sabido hacer lo que nunca han querido, no han podido o no han sabido los partidos constitucionalistas. Minimizar el hecho de que la propuesta ha sido aprobada con un solo voto de diferencia es quedarse en la superficie de un movimiento de mucho más fondo, de mucho más alcance. En medio de sus discrepancias y desconfianzas que son muchas, a la hora de la verdad y desde que se firmó Lizarra, los nacionalistas no se dejan unos a otros en la cuneta.

No habrá, pues, consulta pero no hay que engañarse. Ayer en el Parlamento vasco salió adelante el deseo compartido y matizado de que la semilla que dio paso al acuerdo excluyente de Lizarra, no muera. Y no ha muerto porque han echado números y han llegado a la conclusión de que ellos, los nacionalistas, son más que los que no lo son.

Pendientes del partido del domingo, el calor y las vacaciones rebajan la atención y la intensidad de los acontecimientos políticos y es seguro que una vez que el Gobierno recurra se puede trasladar la idea de que todo está resuelto. Será un espejismo porque aun cuando la consulta llegara a no celebrarse -que está por ver- es como si el tiempo no hubiera pasado y con una estética distinta, Lizarra, el pacto de Lizarra ha vuelto a sacar cabeza. Solo falta que ETA rompa el silencio que de manera intencionada ha mantenido durante estos días y ese silencio también se romperá.