Pues la verdad es que, más allá de lo dispuesto por los responsables pesqueros de la UE sobre el importe y la flexibilidad de las ayudas para paliar la crisis del petróleo, cada día parece estar más claro lo que decían cuando eran oposición lo que ahora gobiernan: que el sector no es esencial para la Unión. Y, por tanto, tampoco prioritario a la hora de practicar lo que definen los manuales como Economía Política: la ciencia de seleccionar recursos escasos para atender necesidades abundantes.

Naturalmente, la Unión Europea no puede despachar la pesca como un mal que se cura a base de purgantes -entendiendo como tales, verbigratia, la progresiva reducción de las capturas y el estímulo al desguace de los barcos- porque podría meterse en un lío, y por eso parece haber optado por los cuidados paliativos, de los que se van prestando para aliviar los dolores y procurar una muerte digna. Que puede sonar todo lo fuerte que se quiera pero, en realidad, es lo que ha venido haciendo casi desde que el Mercado Común pasó a ser Comunidad Económica.

Y no debe extrañar. Este no es un sector estratégico para el núcleo duro de la Unión, que consume relativamente poco pescado y que tiene sus necesidades cubiertas con las importaciones de terceros. Y como no es esencial, el dinero que han de dedicarle les resulta casi siempre excesivo y muy poco rentable en términos políticos y electorales; la "prueba del nueve" de que esa tesis es correcta podría obtenerse con la simple observación de lo que era la pesca en 1987, por ejemplo, y lo que es ahora.

Item más: que la UE tiene con la pesca sólo una intención paliativa, y no curativa -suponiendo que existiese remedio: no parece probable que los precios del petróleo vuelvan al nivel de hace sólo dos años, y eso lo complica todo más-, lo demuestra la diferencia de trato con otros sectores que movilizan a fondo a la opinión pública y por tanto a los gobiernos. Y para no agotar el catálogo de ejemplos posibles, ahí está un par de ellos: el del aceite o el de la leche, sin ir más lejos.

A partir de ahí, pocas soluciones de verdad serán posibles sin dos requisitos previos, uno consecuencia de otro. El primero, la presión internacional -a través de sus gobiernos- de los países miembros de la Unión Europea para los que la pesca significa algo más que una anécdota económica. El segundo, la unidad del sector para crear la masa crítica suficiente que haga movilizarse a la opinión pública y, por ello, a quienes necesitan votos para seguir en el poder. Lo malo es que, por lo que puede verse, aquí no se dan esas condiciones, sobre todo la segunda.

¿Eh?