Ya quisiera cualquier gobierno del mundo que las críticas le llovieran por apenas cuestiones semánticas. Y eso que la semántica, como el protocolo, son materias por las cuales se han provocado hasta guerras: quizá los dos totems y tabúes que más han contribuído a separar a las gentes, a enemistarlas, cuando nacieron precisamente para lo contrario.

Pero ya digo: a ver qué jefe de gobierno no firmaría que toda la polémica en su torno se produjese por el hecho de no admitir "crisis" entre los términos para calificar una situación económica desacelerada y llena de datos preocupantes. O, digo más, a ver cuál de los zapateros que pueblan las moncloas globales no estaría encantado ante el hecho de que todos los titulares los protagonizase una jóvena ministra que se ha metido en charcos académicos que ni le corresponden ni entiende.

Ahí tenemos un referéndum irlandés en el que nos va mucho a todos los europeos. ¿Y qué? Aquí, ni una palabra de análisis procedente del Ejecutivo. Empresas multinacionales cierran temporalmente aprovechando un paro patronal que es, entre otras cosas, injusto, mientras desde los medios hostiles -que son bastantes- tirotean sobre una presunta incapacidad del gobierno para solucionar este estado de cosas.

Bueno, pues solamente el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, que se nos va revelando como una aportación muy importante a un gabinete bastante inane en general, dice lo que todos estábamos pensando: ¿de veras veinticuatro horas sin suministros por la huelga -perdón, paro patronal- de los transportistas justifica dejar en la calle, aunque sea por unos días, a miles de trabajadores? Pues de eso, lo dicho: exceptuando a Corbacho, ni mú en los medios oficiales.

Vivimos algo parecido a una crisis de sensibilidad general. Ni el gobierno, ni, menos aún, la oposición, que sigue en lo suyo, ni los sindicatos, que ni sé en qué siguen, ni la opinión pública, entretenida en si la señora ministra dijo "miembra"' y por qué -vaya discusión-, acaban de poner el dedo en la llaga. Una llaga que se llama menos capacidad adquisitiva por la inflación que galopa -visite usted una gran superficie este finde y verá-, frenazo a la creación de trabajo y estancamiento, en resumen, de un crecimiento que ya se nos iba antojando irreal desde hace meses. Pero importa más si lo llaman "crisis" desde los ministerios, tan dispares, de Economía e Industria que los efectos mismos de la crisis. Es más relevante la tontería esa de "miembra" que la inversión de valores que ha hecho que un piquete "informativo" se atreva a incendiar un camión con inquilino dentro.

Adolfo Suárez me dijo un día algo así como que da gusto gobernar a los españoles, porque su nivel de conformidad con las decisiones de quienes los gobiernan suele ser bastante grande. Menuda suerte tiene Zapatero con este país sobre el que le ha tocado mandar, qué guay, fistro. Y es que "quod natura non dat, semántica sí praestat'.