Padeció España durante siglos una vieja fama de país cruel en el que el paisanaje se entretenía mortificando a los cojos, tirando a las cabras desde los campanarios y haciendo mofa del tonto del pueblo. Felizmente, eso quedó atrás. Con la mejora del nivel de educación y la aplicación de los principios de discriminación positiva, hoy cualquier tonto puede ser ministro y ni siquiera hay que excluir la posibilidad de que las cabras alcancen algún día ese alto rango.

No quiere ello decir, naturalmente, que los miembros y miembras del actual o cualquier otro gobierno anterior estén afectados de tontera. Afirmar tal cosa sería faltarles al respeto y sobre todo a la verdad, por más que algunos/as de ellos/as susciten a veces la duda con sus ocurrencias.

Tal acaba de suceder, por ejemplo, con la nueva ministra de Igualdad Bibiana Aído que en su afán por aplicar al idioma el estricto rasero de la igualación de sexos no dudó en feminizar en el Congreso a Sus Señorías (aunque no a Sus Señoríos) con el neologismo de "miembras".

Ya metida en el campo de minas de la lingüística, Aído invocó la autoridad del profesor Chiquito de la Calzada para recordar que la Academia ha admitido "anglicismos" como "fistro" o "guay" en sus diccionarios sin que pasara nada. De lo que, lógicamente, dedujo que el vocablo "miembra" no tardará en franquear las puertas de la Real Academia tan pronto esa severa institución se descontamine de machismo.

Académicos y público en general han puesto como no digan dueñas a la pobre ministra, anteriormente encargada de la promoción del flamenco y el cante jondo en su Andalucía natal. Alegan, los muy puntillosos, que ni "fistro" ni "guay" son anglicismos y no dudan siquiera en zaherir a la joven y novel (aunque no exactamente Nobel) Aído con la constatación de que la palabra "fistro" sólo figura en el diccionario de Chiquito de la Calzada.

Con estas y otras polémicas, los ministros/as tienen de lo más distraído al personal, que es de lo que se trata. Nadie parece haber advertido la posibilidad de que las meteduras de pata de la joven gobernanta no sean tales, sino una maniobra de distracción ordenada por ese genio de cejas mefistofélicas que es el presidente Zapatero.

Si lo que se pretendía era evitar que se hablase de la huelga de transportes, de las últimas subidas de precios y del Euribor o de las incertidumbres del paro, el éxito ha sido absoluto. Columnistas y locutores han dedicado cientos de artículos y largas horas de programación a glosar jocosamente las ocurrencias de la ministra, con grave detrimento de la atención debida a los asuntos anteriormente citados. La técnica de la cortina de humo en la que el Gobierno ha exhibido ya otras veces su destreza y hasta su maestría ha vuelto a funcionar.

Los romanos, mucho menos sutiles, solían calmar la inquietud del pueblo dándole pan y circo gratis; pero esa fórmula parece demasiado rudimentaria para los modernos tiempos de la globalización. Ahora el pan se sustituye por una más atractiva oferta de 400 euros pagaderos en cómodos plazos y el circo lo ponen los propios ministros (y ministras) del Gobierno en vez de recurrir a una subcontrata de gladiadores.

Bien es verdad que la tradición se remonta a los lejanos tiempos de Franco, un dictador que pese a su carácter más bien soso no dudaba en nombrar a ministros tan salerosos como José Solís Ruiz, autor del célebre lema: "Menos latín y más deporte". Por no hablar ya del decididamente extravagante Julio Rodríguez, que revolucionó el calendario académico español al decretar que el curso comenzase en enero, coincidiendo con el año natural.

Digna continuadora de esa tradición, la ministra Aído ha empezado por revolucionar el léxico, los géneros, la gramática y los usos de la Real Academia. El caso es tener distraído al público. No vaya a ser que piense en lo que no debe.

anxel@arrakis.es