José Luis Rodríguez Zapatero formó el gobierno de su segunda legislatura con algunos condicionamientos previos: la presidencia de la Unión Europea en el año 2010, la necesidad de que José Blanco, uno de los más firmes valores del PSOE, se quedara en el partido para organizar el congreso y la remodelación de la ejecutiva y la continuidad de Pedro Solbes como tránsito al afianzamiento de Miguel Sebastián.

El resto fue fundamentalmente marketing: protagonismo de mujeres en el Ejecutivo hasta superar el número de varones y dar luz a la estrella invitada, Carme Chacón, como vía de despegue para más altas funciones de la diputada catalana y además, ahora, esposa de Miguel Barroso, uno de los más influyentes y cercanos asesores del presidente.

Zapatero nunca ha tenido un sanedrín socialista. Le gusta estar rodeado y asesorado por gente elegida directamente por él, sin pasar por el filtro de la organización del partido. En ese sentido hay que entender un gobierno en el que hay más independientes que militantes socialistas. La elección tiene un handicap importante: la falta de experiencia política no se improvisa al margen de la vida partidaria y de los años en responsabilidades públicas.

El presidente tiene otra obsesión con daños colaterales: dejar siempre los focos a la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, que no ha sido llamada por los caminos de la transmisión de mensajes a la sociedad. Sin embargo no hay un ministro portavoz porque es la vicepresidenta quien quiere ejercer la función todos los viernes después de los consejos de ministros, a pesar de que hay una gran unanimidad en que uno de los déficit del Gobierno es su falta de comunicación con la sociedad.

Con todos esos parámetros, con ministerios de nueva creación que mezclan funciones de otros existentes, con ausencia de pesos como el de Jesús Caldera y con influencias crecientes de independientes arropados por Miguel Sebastián, hasta ahora el resultado ha sido la parálisis gubernamental, la ausencia de una voz clara y la carencia de iniciativa.

El primer tropezón serio de José Luis Rodríguez Zapatero con la política real ha sido lamentable hasta que Alfredo Pérez Rubalcaba -una vez más- ha sacado las castañas del fuego. Pero el conflicto del transporte es sólo el ensayo general de una crisis que hasta ahora se ha celebrado en ausencia de la oposición. La pregunta es si le habrá dado tiempo a Zapatero de darse cuenta de todas sus debilidades.