De igual manera que nadie nos prepara para hacer frente a los avatares de la vida, tampoco lo hacen para que afrontemos con naturalidad el momento de la jubilación, lo que no deja de suponer una carencia importante, teniendo en cuenta el elevado número de hombres y mujeres que cada día se acogen al cese voluntario u obligatorio, de su actividad profesional. Sólo en España el 35,6 de cada cien censados habrán superado la edad de la jubilación y casi un 13 por ciento serán octogenarios en el 2050, según el último estudio de la oficina de Estadística de la Unión Europea.

Quizá por eso, por las dificultades que para muchos entraña quedarse en casa sabiendo que ya no sonará el despertador, que las expectativas laborales o de cualquier otra índole, serán las que uno quiere que sean, es por lo que Juan Caño, periodista de profesión, ha decidido escribir un libro, más bien un tratado, en el que analiza con mucho sentido del humor e ironía aquellas situaciones a las que, con toda seguridad, van a tener que hacer frente ese ejército de jubilados y prejubilados que pueblan nuestros parques y playas.

Dice Antoñete que los toreros no se retiran nunca, simplemente dejan de torear. Parafraseando al gran `Chenel´, yo diría que los periodistas de pura raza como Juan, tampoco. Prueba de ello es el análisis tan certero que hace de la tercera edad en nuestro país. Un dibujo de trazo grueso en el que no podían faltar los aspectos más negativos pero también los más positivos que se nos pueden presentar al pasar la simbólica barrera de los sesenta. Estoy segura que para muchos la inmersión en las páginas de `Los lunes al golf´, será una bocanada de aire fresco, para otros no más que teorías y más teorías que no tienen otra finalidad que arrancar una sonrisa a esa gente que al abandonar su vida laboral, por gusto o imposición, se ven abocados no sólo a bajar su nivel de vida económico, también su actividad física e intelectual.

De ahí la necesidad de ir preparándose para cuando llegue el momento del adios al jefe, a la fábrica, al despacho, a las comilonas, a los amigotes y también al stress. Ya se que es fácil decirlo y difícil de hacer, pero mejor que caer en una depresión, es aprender a vivir sin el chute diario de las largas jornadas de trabajo. ¿Cómo conseguirlo?. Juan da algunas claves interesantes porque ha pasado por esa experiencia recientemente. Todas posibles de llevar a cabo, todas fáciles de asumir, siempre que tengas energía y ganas de aprovechar el tiempo perdido. Hacer del trabajo tu única razón de ser es una equivocación, pero como dicen en mi tierra, a lo hecho, pecho.