Después de adoptar medidas urgentes para expulsar a los inmigrantes y a los gitanos, la coalición derechista que gobierna Italia ha puesto en el punto de mira a las prostitutas. Una enmienda presentada durante la tramitación de un decreto ley sobre seguridad ciudadana propone declarar a ese grupo de mujeres como "sujetos peligrosos", y por tanto susceptibles de ser confinadas en su lugar de origen, si son naturales del país, o deportadas expeditivamente en el caso de que fuesen extranjeras. El consenso respecto de las medidas a adoptar con los inmigrantes y con los gitanos ha sido absoluto entre las fuerzas políticas que apoyan al ejecutivo de Berlusconi, pero no ha ocurrido lo mismo con las prostitutas. En el seno de la mayoría parlamentaria hay posturas discrepantes, la oposición de izquierdas ha criticado duramente el proyecto, y la opinión pública se muestra dividida. La polémica es intensa y el ministro del Interior, Roberto Maroni, ha contribuido a encenderla aún más con unas declaraciones al "Corriere della Sera" en las que sugirió la posibilidad de crear barrios, o recintos urbanos, en los que la actividad dominante fuese la prostitución. "Ello permitiría -apuntó Maroni- el control sanitario y la protección de los ciudadanos. Desalojar de las calles a esas mujeres, con periódicas redadas policiales, no sirve para nada". Si no he entendido mal, lo que propone el ministro italiano es que volvamos a rehabilitar lo que antes se llamaban eufemísticamente como "barrios chinos" (pese a que no había ningún chino por allí); o, de forma más directa, "barrios de putas". Aún no hace demasiados años, cualquier ciudad española de mediano tamaño disponía de uno de esos. Más que de un barrio, solía tratarse de una o de dos calles repletas de bares donde se concentraban las mujeres, y de unos modestos alojamientos donde realizar el trámite del negocio, que duraba unos pocos minutos. Lo justo para descargar el peso de la lujuria. En Madrid era famosa la Ballesta; en Bilbao, las Cortes; en Santander, la Cuesta de los Valientes; en Oviedo, la Calle Oscura; en Gijón, Cimadevilla; en A Coruña, el Papagayo, que inmortalizó Camilo José Cela; en Vigo, A Ferrería; y así sucesivamente. Esos barrios, o esas calles, estaban situados en lugares céntricos y en las ciudades episcopales, a la sombra, o a la espalda, de la catedral, quizás porque entre la tentación y el arrepentimiento sólo hay un paso. Eran lugares más sórdidos que divertidos aunque había locales donde se tocaba el acordeón y hasta permitían un rato de baile. En la ciudad donde resido hubo un bar muy famoso que se llamaba "La Media Teta", una denominación genial. El negocio ha cambiado mucho y se ha hecho más siniestro todavía bajo control de mafias internacionales y traficantes de blancas. ¿Son "sujetos peligrosos" las prostitutas, tal y como piensa el gobierno de Berlusconi?. Si hemos de fiarnos por la abundancia de ofertas sexuales que se publican en los anuncios breves de los periódicos, deberíamos deducir que se trata de un honesto comercio, perfectamente regulado y bajo estricto control sanitario. Desgraciadamente, no es verdad.

¡Ah!, por cierto. El único "barrio chino" de España que se llamaba así era el de Barcelona.