Nada hay peor que luchar contra un fantasma. Y Mariano Rajoy, desde que perdió las elecciones, brega con dos. Uno, propio, el de sus dos derrotas consecutivas que lo persiguen y ponen en entredicho su capacidad para llevar al PP a una victoria en 2012. Otro, externo, juguetón, malvado, que exprime con eficiencia sus condiciones espectrales: aparece cuando quiere y, cuando no aparece, nadie duda de su presencia; mueve los muebles de su víctima a su antojo; cuando decide hablar, lanza mensajes equívocos, y cuando decide callar, posee otros cuerpos que hablan en su nombre; amaga con dar, pero no da; no acaba de encarnarse, pero todo el mundo sabe que puede hacerlo en cualquier momento. Se llama Esperanza y su capacidad de desesperar tiende al infinito.

Su última aparición fue doble, y en las dos ocasiones exhibió todas sus potencialidades. Dijo por enésima vez que no se presentará, para sostener después que en el juego uno sólo se descarta cuando se reparten cartas, y aún no se han repartido. Dijo que apoyará a Rajoy en junio para afirmar a renglón seguido que su decisión no es inamovible. Cuando se le pide que concrete, sí o no, ella responde: no... o sí.

Mientras Mariano Rajoy desencaja el gesto y tuerce el discurso, pasando del ``que se presente quien quiera´´ al ``que se vaya el que le dé la gana´´, ella no pierde esa sonrisa socarrona propia de quien se divierte con sus maldades. Para el primero la paradoja llega a ser insoportable: le gustaría que el fantasma desapareciese pero, por otro lado, nada le daría más autoridad en el partido que derrotar al fantasma claramente en el congreso que va a decidir su liderazgo. Por eso quizás su ``que se vaya al partido liberal´´ no era sino una provocación de Rajoy para que Esperanza Aguirre decida de una vez presentarse. Porque no hay que olvidar que el ``o sí... o no´´ que ahora exhibe la presidenta madrileña devenga derechos de autor a Mariano Rajoy.

Y mientras tanto diez millones de votantes, 700.000 afiliados y miles de cargos públicos del PP recuerdan estremecidos la explosión cainita de UCD, de quien se reclaman herederos. También creen recordar que su partido se presentó en las últimas elecciones con el eslogan ``las ideas claras´´, y no entienden nada. Lo peor que les puede pasar es que se resignen ante este lamentable espectáculo.