Así que, decididos los partidos de este país a no dar su brazo a torcer y agudizar la bronca por algo que, aunque les afecta, no les concierne, como es el nombramiento de los/as ministros/as, quizá no estuviere de más pedirle que, en vez de darle vueltas al asunto y hacer el ridículo ante las opiniones publicada y publicada, se pongan las pilas y busquen el modo de arreglar la mayor. Y la mayor es la continuidad en su puesto de la ministra de Fomento, que ha logrado en Galicia el mayor nivel de rechazo que se recuerda en este país para con una gestión.

En este punto, y para que nadie se llame a engaño, conviene dejar las cosas claras: que la señora Álvarez ha sido maléfica para los intereses gallegos lo admiten, aún sotto voce, hasta los más dilectos dirigentes del PSdeG y, por supuesto, todos los demás. Incluyendo los del Bloque, que si no votaron su reprobación -la de doña Magdalena- fue, primero, porque -dixerunt- no tenía sentido y, segundo, porque su actitud fue recompensada, tanto en efectivo como en gestos amistosos, especialmente el de la audiencia a su portavoz nacional en Moncloa. Y la foto.

Es lógico, desde luego, que el PSdeG, por obvias razones, no se muestre a estas horas dispuesto a unirse al orfeón de quejas por el recunque habido en Fomento. Pero del mismo modo no parece demasiado sensato que algunas de sus referencias hagan coro cantando la alabanza de la ministra. Podrían ejercer hasta de solistas los catalanes -con socavones y todo-, los andaluces e incluso los valencianos, pero los gallegos no, la verdad. Y, visto lo visto, cuanto más se empeñen los líderes socialistas en negar la evidencia, peor para ellos. El problema es que se fastidia más el país.

Algunos analistas se acogen a eso de que no hay mal que cien años dure, y replican que las obras públicas, siempre que no se paralicen, tarde o temprano se terminan. Y esa es la esperanza principal, e incluso la base de la monserga que ahora repite el PSOE: que en estos cuatro años la cosa irá mejor. Y es posible que así sea, pero lo que parece seguro es que se han incumplido los plazos, que éstos son básicos para llegar cuando conviene a donde se quiere y que aún suponiendo que sea en 2012, no hay garantía de que el AVE que llegue, si llega, será operativo o simbólico.

En todo caso, quizá convenga dejar claro otro aspecto: que el problema de este país no es sólo la persona de la ministra, sino sus hechos y de forma especial sus omisiones. Y por eso la clave está no en discutir más si debería estar fuera o no, sino en hallar un modo de hacer que las cosas cambien; en ese sentido la Comisión de seguimiento que propone el PPdeG debiera contar con el respaldo de quienes apoyan a la Xunta, aunque sólo fuese porque PSOE y BNG pidieron lo mismo cuando quien gobernaba en Madrid era el señor Aznar, y tampoco se fiaban. A ver su hay memoria, que buena falta hace.

¿O no...?