Así pues, abierto otro de esos absurdos episodios que dan en llamarse comisiones de investigación, y a la espera de que éste acabe como los anteriores -con una bronca por las conclusiones y sin investigar, lo que se dice investigar, gran cosa-, procede pedirle a sus señorías que al menos esta vez se esfuercen para ni caer en el ridículo. Y es que en el asunto ése de los agentes electorales del PSOE en la emigración podrían acabar discutiendo sobre los bonos plus de Iberia y un billete de avión. Y no es eso.

Lo que sí podría hacer la comisión, aunque es poco probable que se avenga, es ir entrenando a sus miembros para cuando llegue la hora de investigar en serio algún asunto de calado, de forma que no ocurra como en los casos del Prestige y la Cidade da Cultura, que han dejado a todo quisque con las ganas de saber cosas, y que si hay suerte se sabrán no en el Parlamento sino en los Juzgados. Que, por cierto, es por donde deberían haber empezado, al decir de una parte nada desdeñable de los observadores.

En este punto conviene aclarar que cuando se alude a casos de envergadura no es porque se tenga por menor el que se va a investigar, sino sencillamente porque es muy probable que éste se quede en poco más que un mero trámite. La posible utilización indebida -que han denunciado unos y otros- de fondos públicos en relación con los emigrantes y los intereses electorales respectivos podría y debería estudiarse a fondo y hasta el final, pero está por ver quién se animaría a ponerle el cascabel al gato.

El escepticismo con que se acoge a la nueva criatura parlamentaria parece extenderse a algunos de los que van a integrarla, si se juzga por lo que han dicho los diputados del PP, quienes denunciaron que el hecho de que presida la Comisión un socialista significa que actuará como juez y parte, y a ver quién se fía. Un pintoresco argumento, aplicanle de igual modo a ellos, los de la oposición, sólo que al revés, e incluso al Grupo del BNG, que apoya a la Xunta bipartita y que por tanto muy neutral no parece.

Claro que, ya puestos, no resulta menos sorprendente la réplica que se dio a la oposición y que consistió no en negar la mayor -la duda sobre la neutralidad del presidente de la Comisión-, que sería lo lógico, sino en recordar que el PP hacía cuando gobernaba lo mismo que ahora denuncia; o sea, apelar a la costumbre. Menos mal que nadie ha propuesto aceptarla -la costumbre- como fuente de Derecho para estas cosas, porque de lo contrario se iba a armar un buen follón, legalizando el arbitrio cuando no el abuso.

Lo que sea sonará, y por todo lo expuesto, cabe esperar que no sea con estrépito. Mucha esperanza de que se aclare de verdad siquiera el asunto de la agente electoral no hay, aunque al menos se dará espectáculo. Que, en definitiva, eso es -y no m-as- lo que no pocos esperan de la política. ¿Eh?