De modo que, vistas las cifras -que no son apocalípticas, pero sí inquietantes- sobre paro, inflación y confianza económica en lo que va de año, quizá no estuviere de más que quienes pueden modifiquen el discurso y dejen de vender humo. Porque si es bien cierto que asustar no tiene demasiado sentido e incluso puede resultar contraproducente, pretender que se comulgue con ruedas de molino parece bastante peor, porque induce a la sospecha de que quienes lo intentan o no saben lo que hay o se pasan de listos y sólo buscan engañar.

O sea, que lo primero que habrá que hacer es poner las cosas en su sitio y la gramática en sus justos términos, y en lugar de disfrazar la realidad, prepararse para afrontarla: hay una crisis, va a ser aún más dura, y si se quiere evitar que llegue a convertirse en muy dañina no se puede seguir disimulando mucho tiempo. Ni tampoco repitiendo algo que todo el mundo sabe pero que ya no es bastante: que, en términos de Galicia, estos últimos años han ido bien, se ha crecido más que la media española y la europea y se ha creado mucho más empleo que se creaba antes.

Y no se trata de incordiar, ni negar evidencias, ni de fastidiar: sólo de enfocar de modo correcto. Porque a pesar de todo lo hecho, el PIB gallego sigue quince puntos por debajo de la media española y veinte de la europea. Y aunque es verdad que son datos del INE, y que el IGE -o sea, el de aquí- da otros, no lo es menos que el denominador común es que aún se está muy lejos de lo que se debería estar, y el sprint iniciado hace un par de años puede frenarse de golpe, con riesgo además de que la cosa acabe con el atleta de morros en el suelo.

Algunos especialistas, de los que no se alinean de forma incondicional con las tesis gubernamentales, y otros agentes financieros -que son las más de las veces los que las determinan, lo que resulta más significativo, dicho sea de paso-, han manifestado ya que el problema va para más largo y más agudo, y que los cálculos pesimistas podrían ser incluso realistas en unos cuantos meses. Y a continuación piden políticas de tipo preventivo, porque para eso tiene advertido el refranero aquello de que "más vale un por si acaso que un quién lo pensara".

Es cierto, también, que la santa madre iglesia de la economía gallega, que es la Xunta, defiende que la doctrina aplicada es la correcta y que si se pierden los nervios y fallan los cálculos el remedio puede ser peor que la enfermedad. Pero aunque tuviera la razón no es incompatible eso con una especie de continuidad vigilada, de forma que se habiliten no ya sistemas de alarma más completos que los de ahora, sino resortes de intervención que permitan actuar a tiempo a quien deba hacerlo. Y es que conviene no olvidar que a veces los peores problemas se agravan por falta de agilidad y reflejos para afrontarlos.

¿No?