ALBERT CANOA principios de los 90, un directivo, Michel Albert, publicó Capitalismo contra capitalismo, ensayo donde ensalzaba las virtudes del capitalismo renano (el de Alemania, Holanda, Suiza, etc.): basado en la economía de mercado pero con un Estado de bienestar protector, frente a la falta de piedad del modelo neoamericano.

Hace unos meses, Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi escribían El fin de la clase media. Su idea básica es que dicha clase, aquel grupo situado ente la opulencia y los obreros industriales (clave en el éxito de la Unión Europea), puede desvanecerse con la aparición de millones de consumidores de bajo coste -en China, India o Brasil-.

Ante esto, el capitalismo renano queda emparedado. Por un lado, el modelo anglosajón, basado en una economía de servicios, generadora de ocupación (aunque de baja calidad, en muchos casos) y con poco papel del Estado como garante de los más desfavorecidos. Por el otro, surgen masas de trabajadores de bajo coste en países emergentes (especialmente, asiáticos), con unas élites dominantes de una población sumisa y sin reivindicaciones.

La "vía de escape" podría ser el modelo escandinavo, con un mercado de trabajo competitivo y alta calidad en la prestación de servicios (que desemboca en una menor diferencia entre "los de arriba y los de abajo"). ¡Eureka!, dirán, hay que copiar a suecos o finlandeses. Bien pero, para aplicarlo, dichas sociedades parten de altos niveles de transparencia y baja corrupción. Ya me dirán cómo se implanta esto aquí, donde todos preguntan "¿qué hay de lo mío?" y donde el "buen uso" del dinero público se traduce en casos como: Marbella, Andratx o multitud de ayuntamientos levantinos.

El juguete se ha roto y hay que crear uno nuevo. ¿Pero han visto si Merkel, Sarkozy, Royal, Prodi o ZP tienen alguna idea?