Decía un servidor, hace días, que la violencia verbal de algunos discursos políticos no nos llevará de nuevo a la guerra civil por cuatro razones principales: la gente (salvo una minoría de idiotas) no la quiere, el ejército ha menguado notablemente su influencia, los financieros ganan más dinero que nunca, y estamos integrados en una Europa consumista, hedonista, y momentáneamente próspera. Hablar por tanto de la posibilidad de un conflicto civil en una sociedad pacífica y - sobre todo- extensamente hipotecada parece una estupidez quimérica, al margen de lo que opine un grupo de alucinados en las tertulias de la radio. No obstante, hemos vuelto a oír palabras gruesas y profecías apocalípticas. Por ejemplo, don Jesús de Polanco, presidente del poderoso grupo Prisa, le reprochó a los dirigentes del PP que atizasen un clima de guerra civil convocando manifestaciones en las que se exhibían símbolos franquistas. La contestación de los aludidos fue indignada y ofendida, y don Mariano Rajoy no tuvo mejor ocurrencia que declararle un boicot a Prisa, recomendando a sus colegas de partido que no hagan declaraciones a esos periódicos y emisoras, y a sus votantes que no los lean o las escuchen. Además, a don Mariano le pareció especialmente escandaloso que las declaraciones de Polanco se hubieran producido en el curso de una junta de accionistas, lugar sacrosanto desde el que, supuestamente, no pueden hacerse proposiciones indecorosas. (¿Para qué tenemos sino el parlamento, los medios, las sacristías, los cuartos de banderas, el café, la salita de estar y resto de reñideros tradicionales?). Pero, aún no habíamos acabado de digerir ese episodio cuando el ex presidente señor González Márquez, desde México, nos alerta de que el actual debate político español es "prebélico" y existe "un clima de crispación que empieza a calar en la sociedad" ¿Debemos considerar en serio esa advertencia o por el contrario tomarla a broma como esa otra de su colega Aznar sobre una inminente invasión islámica de Andalucía ? Cada cual es muy libre de pensar lo que quiera, pero en mi modesta opinión no hay para tanto. Somos un país de discutidores impenitentes, muy partidarios de llevar la contraria por sistema. Además, padecemos una clase política proclive a la truculencia retórica. La guerra civil de la que se habla es fundamentalmente una guerra de medios y entre locutores de radio. La SER y El País contra la COPE y El Mundo, para entendernos. Nada ideológico, por supuesto, porque se trata de dos conglomerados de derechas, si bien los dos primeros apoyan circunstancialmente opciones políticas socialdemócratas por pura conveniencia del negocio. Lo contrario de los segundos que tienen su filón en sectores de la derecha más reaccionaria. En cuanto a los símbolos franquistas de que hablaba el señor Polanco, el sabrá. El señor Polanco fue -como tantos otros- un conspicuo franquista que se acomodó hábilmente a las nuevas circunstancias. En su libro de memorias, el abogado Pérez Escolar lo recuerda de joven, saliendo de su casa vestido de falangista, con camisa azul, pantalón corto y muchos pelos en las piernas. Un hombre listo.