La proximidad de las elecciones municipales ha vuelto a aflorar las dudas que existen sobre la limpieza del voto de la emigración, que en las pasadas autonómicas retrasó la investidura del gobierno de Pérez Touriño, porque hubo que revisar las papeletas procedentes de Latinoamérica de la provincia de Pontevedra que podían alterar el resultado.

Desde hace semanas, las denuncias entre los partidos por posibles manipulaciones del sufragio de los gallegos del exterior han menudeado. El candidato socialista de Vila de Cruces (Pontevedra) ha tenido que admitir que es el autor de un correo electrónico en el que propone contratar a un agente electoral en Buenos Aires, mediante una retribución fija que se incrementaría proporcionalmente al número de votos que consiguiera.

El debate se ha recrudecido con el reciente viaje del presidente de la Xunta a Brasil, donde se ha entrevistado con el mandatario de aquel país, Lula da Silva.

Pero éste y otros encuentros institucionales no han acallado a la oposición, que califica el periplo presidencial de preelectoral. Idéntico reproche que le merecen los viajes a Argentina, Uruguay o Brasil, del presidente de la Diputación coruñesa, de los alcaldes de Santiago y A Coruña, el conselleiro de Traballo y los que tienen previstos otros alcaldes y conselleiros hasta las elecciones. Viajes, como ha reconocido el líder popular, Núñez Feijóo, que también emprendía su partido cuando gobernaba en Galicia.

La proliferación de cargos públicos en los países donde se concentra la diáspora gallega ha inducido a PP y BNG a pedir que se regulen los viajes institucionales en los periodos previos a las elecciones con el fin de evitar el uso partidista de los fondos públicos. Aunque sea una práctica habitual de la que participan todos los partidos sin excepción, desde que se reinstauró la democracia, nunca se había prodigado tanto en víspera de unos comicios locales como en esta precampaña.

Hasta ahora, los grupos políticos enviaban a Sudamérica sus embajadas cuando se convocaban elecciones autonómicas o generales, pero no en las locales, por la atomización del voto, ser más costoso y no parecer tan decisorio. Pero en la cita del 27 de mayo concurren circunstancias inéditas y están en juego las principales ciudades. El actual alcalde de A Coruña aspira a gobernar en solitario, sin necesidad de los votos del BNG; y el PP, a mantener la alcaldía en las dos perlas municipales del Sur, Vigo y Ourense, para lo que necesita obtener mayoría absoluta.

Es la razón por la que los partidos han vuelto la vista al voto del exterior que puede resultar decisivo. También lo saben los emigrantes. Y si es cierto que existe en Galicia un sentimiento generalizado de gratitud hacia quienes han tenido que abandonar su tierra para ganarse el pan, no lo es menos que se les atiende más cuando llegan la elecciones. Existe la convicción de que sólo en las campañas se puede conseguir lo que no se logra por otros medios. Idea que comparten los gallegos del exterior que tratan de hacer valer su peso en los periodos en los que los políticos les tienen más en cuenta, aunque saben que algunas promesas nunca se cumplirán.

La situación de la emigración en los países latinoamericanos dista de ser boyante. La mayoría son gente de edad madura, muchos de ellos jubilados. Nada queda del esplendor de los centros gallegos, de sus teatros y hospitales de las primeras décadas del siglo XX. Están a expensas de los recursos que reciban de Galicia. Sólo tienen el voto y hacen bien en sacarle el máximo rendimiento.

Hasta que no se garantice el voto libre, directo y secreto, estará bajo sospecha. Por eso los partidos tienen la obligación de regularlo para disipar dudas, mientras queden emigrantes -condición cada vez menos frecuente en Galicia y que ojalá no vuelva a repetirse-, y su voto pueda ser decisorio. Y para que cada vez que se convoquen elecciones no se reproduzca el debate sobre los viajes institucionales.