En los grandes centros del poder -político, económico y mediático- se acumula una gran carga de electricidad, que se transmite a los cuerpos, los hace vibrar y a ratos los pone incandescentes. En España la alta tensión se concentra en Madrid, una zona de alto riesgo dominada por la histeria, las chispas y los temblores. Felizmente, Madrid es menos del 10% de España, y en el 90% restante las pasiones del poder político, económico y mediático se viven de otro modo, reinando en general el sosiego y la ponderación. En momentos de tribulación los provincianos deben hacer un gran ejercicio patriótico, que consiste en evitar el contagio, juzgando el estado general de cosas por lo que ven en su provincia, y no por los destellos eléctricos que llegan de la corte madrileña. Así evitarán electrocutarse, y de paso ayudarán a rebajar la excitación del cuerpo místico de la patria.