Se lo dije para que no hubiese lugar a dudas, para que no se llamase a engaño, en previsión de que algún día se le ocurriese reprochármelo. Le dije que había dado tres pasos hacia ella y que ese era el tope de nuestra historia porque lo más seguro era que el siguiente paso lo diese para pasar de largo. He de reconocer que no le importó. Nos entregamos a medias en una historia en la que incluso la eternidad tenía los días contados. Nos metimos unas cuantas noches en su cama. Cuando se acabó aquello, nuestros corazones estaban intactos y rebosantes de salud, pero las sábanas estuvieron a punto de pudrir la lavadora. Yo vencí aquellas mezcla de sordidez y remordimiento cambiando los calcetines; ella, más sublime, pidió la vez en la peluquería. "Supongo que te habré defraudado", le dije. "No importa. Estaba advertida. En el fondo creo que resultaría decepcionante que no me defraudases". Y ahí se acabó lo nuestro. Volvimos a vernos unas cuantas veces y fue como si nada hubiese ocurrido entre nosotros. Aquello sólo era parte de nuestro pasado, pero nada inolvidable, más bien algo canino y oscuro que se había ido alcantarillado con el agua de la lavadora, como se va por el sumidero el vómito inesperadamente ácido de haber comido pasteles. Ni siquiera tuvimos que fingir no haber vivido aquel episodio. Era como si lo hubiésemos olvidado, incluso era como si jamás hubiese ocurrido. Seguramente nos dijimos muchas cosas en el transcurso de los revolcones pero lo habríamos hecho en el furor del sexo, como se dicen esas cosas llenas de un entusiasmo sincero y efímero que se esfuma pronto porque son cosas que se dicen en la boca del otro y luego resulta que se recuerdan malamente porque la boca es una cosa que tiene muy mal oído. ¡Cosas de la pasión! Se cruza en tu camino una mujer, os tomáis un par de copas en el bar, ocurre una melodía, sus frases resulta con son parte de las tuyas, surge acompañarla a casa, subes a su piso, prepara café, te sientas a los pies de su cama, se presenta ella, suelta el pelo, te pones cómodo, ella prende una vela, finges interés por hojear un libro que en otra circunstancia sólo te apetecería cerrarlo, ella se ausenta al baño, le dices que la echas de menos, regresa con los pies en las palmas de las manos, descalza y vencida, como una perdiz atraída hacia la escopeta por la tentadora emoción del riesgo, además son las cinco de la madrugada, en la calle corren en una misma trenza la lluvia y la orina de los perros, estáis cansados y os puede una mezcla de obscenidad y hastío, entonces ella sopla la luz de la vela y sólo queda encendida en la alcoba la excitante y culposa luz del sudor... ¿Qué puede importar lo que ocurra a partir de ese instante? ¿Por qué no dejar que nuestros cuerpos se diviertan como cerdos de pana mientras fingimos dormir?... Después amanece y te despierta la sensación de haberte equivocada de persona, de vicio y de sitio. Ella ya está vestida y mismo parece que acabe de llegar de la calle. Suele ocurrir. Ellas siempre están vestidas cuando despiertas. Yo no suelo preguntarles por qué lo hacen pero supongo que se debe a que a su alma lo que le corre prisa no es el perdón, sino la higiene. Huele a café. Os sentais a desayunar en la mesa de la salita. No se habla del asunto. "El asunto" es una cosa que se supone que solo ocurrió si alguien lo trae a colación. Se presenta una mañana limpia y renovada, una mañana que es como si no correspondiente a la noche anterior, y una mujer también distinta, peinada de otra forma, vestida para otra clase de hombre, una mujer que parece que no sepa nada de lo vuestro. Te pasas un peine. No es que eso cambie mucho tu aspecto, pero un leve toque en el pelo te mejora algo el pasado. Ella cierra la habitación del "asunto" y es como si precintase con indiferencia el escenario de un crimen del que ignoraseis el autor, el móvil y la víctima, un crimen, muchacho, en el que los cuervos solo se podrían comer diez colillas, una vela gastada y un reloj cuyas agujas, maldita sea, reproducen a mala leche los sigilosos pasos de dos testigos unidos por una coartada, un secreto y dos sorbos de un café que borra juntos el sueño, el asco y el pasado...