Opinión
FERMÍN BOCOS
Malestar en el PSOE
El tósigo ha sido el proyecto de Estatuto catalán. Hay malestar entre las gentes del PSOE. Desde los tiempos del referéndum de la OTAN no sucedía cosa parecida. Para ser exactos, éste no es un asunto que desgarre -como lo fue aquél- pero sí origen de profunda preocupación.
Lo curioso es que nadie parecía haber previsto semejante situación. Cuando en el verano del 2003 los barones socialistas reunidos en Santillana del Mar (Cantabria) relacionaron en un documento la reforma de los estatutos con la voluntad de modernizar el Estado de las autonomías, había dos cosas que no aparecían en el horizonte de aquel caluroso mes de agosto: nadie pensaba en adelgazar el Estado hasta convertirlo en un irreconocible anoréxico, ni había encuesta solvente que permitiera avizorar una posible victoria electoral de un PSOE liderado por un recién llegado como lo era José Luis Rodríguez Zapatero.
La presencia de Pascual Maragall en los debates de la cúpula socialista no ofreció pista alguna de lo que estaba por venir desde Barcelona con este dirigente socialista convertido, posteriormente, en dinamo de un proyecto de nuevo Estatuto del que el histórico dirigente socialista Alfonso Guerra ha dicho que se parece más a una Constitución que a ninguna otra cosa. Se ha repetido cien veces y en todas ellas se refleja verdad recordando que fue el propio Rodríguez Zapatero quien, de manera un tanto ingenua, alentó la botadura del torpedo contra la Constitución al comprometerse en público a aceptar cualquier proyecto que contara con el apoyo de la mayoría del Parlament de Catalunya.
Después añadió a la idea del consenso mayoritario la del formato constitucional, pero ya era demasiado tarde. Tarde para percatarse de que el PSC, el partido de los socialistas de Cataluña, tenía, tiene, un alma catalanista. O una cúpula dirigente abducida por un debate tan ajeno y, en el fondo, tan contrario a los postulados socialistas como lo es el discurso identitario.
El resultado de todo esto es que las cosas han ido demasiado lejos y aunque cuando se inicie el debate en la Cortes Generales, el Grupo Socialista apoye la copiosa lista de enmiendas al texto del proyecto de Estatuto, nada le evitará al PSOE una elevada tasa de desgaste en Cataluña y en el resto de España. Porque ya se encargarán de recordarles desde ERC y, sobre todo, desde CiU, que en Barcelona votaron a favor de los 227 artículos que componen el proyecto. Por no hablar del Partido Popular que ha encontrado en este asunto un inopinado filón. Cuentan por Madrid que Mariano Rajoy está que no se acaba de
creer el subidón de las encuestas y les pide a los suyos que recen para que Maragall no convoque elecciones anticipadas en Cataluña.
Como estará la cosa por dentro en el PSOE para que el veterano Joaquín Leguina, ex presidente de Madrid y hombre de izquierdas, postule que si hay que hacer cambios constitucionales, el primero habría de ser la reforma del sistema electoral. Habría que reformarlo para evitar "el disparate político" -son sus palabras- que supone que la gobernabilidad de España dependa de partidos nacionalistas o independentistas. El otoño promete ser caliente.
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