Opinión

ABERT CANO

Brecha emocional

Si alguna virtud tiene el debate del Estatut catalán (más allá del ruido interesado que gusta a los extremistas de ambos bandos), es que emergen realidades de las que se hablaba muy poco. Y que deberían servir para deshacer tópicos.

Por ejemplo, hay datos que pasan desapercibidos para la opinión pública. Hace pocos días, la directora adjunta de un diario madrileño se hacía eco de un "boicot" a productos de empresas catalanas. Los reacios al Estatut deberían saber que, aunque es cierta la frase que soltó el escritor Josep Pla hace 30 años ("España es el mercado de Cataluña"), cada vez es menos verdad. Como consecuencia de la apertura de nuestra economía, datos del año 2000 señalaban que un 30% de la producción catalana se vendía en la propia comunidad, un 33% al exterior y el 37% al resto de España, pero bajando.

Esto coincide con un síntoma detectado recientemente por un catedrático de Economía, cercano a tesis socialistas y alejado de rupturismos. Invitado por una escuela de negocios catalana a un debate, donde participaban futuros directivos de 30 a 35 años, descubrió que la mayoría opinaba que "Cataluña puede hacer frente a la globalización dando la espalda a España. (...) ven a España como una rémora o un obstáculo", lo que supone un cambio en relación con dirigentes catalanes de generaciones precedentes.

Lo señalado no debe hacer olvidar que la mayoría de catalanes se siente "tan catalán como español" (47%), por encima de los que se sienten "más bien catalanes" (35%) o "más bien españoles" (15%). Pero conviene que los datos anteriores se tengan presentes antes de rechazar el Estatut, porque la realidad catalana avanza por senderos distintos a los deseados por ciertos dirigentes del PP, del PSOE o voceros de emisoras eclesiásticas.

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